Jueves, 23 de enero, 2025

Todas las personas tienen derechos económicos, sociales y culturales. Entre ellos se incluyen el derecho a la vivienda, la alimentación, el agua y el saneamiento, la educación y la atención sanitaria. Para acceder a estos derechos, muchas personas perciben un salario o ingresos con los que pagan bienes y servicios. Sin embargo, el trabajo no siempre proporciona un salario suficiente para cubrir estas necesidades esenciales.

En todo el mundo hay cerca de 241 millones de personas que trabajan y viven en la pobreza extrema, es decir, no ganan lo suficiente para garantizar unas condiciones de vida dignas para ellas y su familia. La pobreza laboral es acuciante en los sectores con cadenas de suministro grandes, complejas y globales, como el textil, cuyo personal percibe salarios inferiores al necesario para permitir un nivel de vida digno. 

Quienes defienden los derechos humanos y laborales reclaman que se pague al personal un salario mínimo vital que lo saque de la pobreza y le garantice un empleo digno.

¿Qué es el salario mínimo vital?

Un salario mínimo vital es el ingreso mínimo necesario para que una persona que trabaja atienda sus necesidades esenciales y realice sus derechos humanos. Tiene en cuenta el coste de la vida, que incluye puntos básicos como:

  • alimentación
  • vivienda
  • energía
  • agua
  • saneamiento
  • atención sanitaria
  • educación
  • ropa
  • transporte

Un salario mínimo vital debe ganarse en una semana laboral típica, sin requerir horas de trabajo excesivas y explotadoras.

El coste de la vida varía en función del lugar de residencia. Para determinar el salario necesario que contribuya a lograr una calidad de vida digna, en economía se utilizan métodos y fórmulas complejos, como la metodología Anker o los cálculos de la Asia Floor Wage Alliance.

¿Por qué es una cuestión de derechos humanos?

Un salario mínimo vital permite a las personas trabajadoras salir del círculo de la pobreza y acceder a sus derechos económicos, sociales y culturales.

Exigir a las entidades empleadoras que paguen al personal un salario mínimo vital también contrarresta la creciente brecha salarial de género global, que sitúa a las mujeres en mayor riesgo de caer en la pobreza que los hombres. A escala global, las mujeres ganan un 20% menos que los hombres.

El concepto de salario mínimo vital es acorde a las garantías de los derechos humanos recogidas en varios marcos jurídicos internacionales fundamentales, como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por 172 Estados, y la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo, que cuenta con 187 Estados miembros.

Pagar un salario mínimo vital tiene también sentido desde el punto de vista económico. El Foro Económico Mundial estima que un salario mínimo vital global para todas las personas que trabajan generaría 4,6 billones de dólares adicionales de producto interno bruto anual.

¿Qué países exigen a las empresas pagar un salario mínimo vital?

No hay ningún país que exija legalmente a las empresas abonar a su personal un salario mínimo vital real, determinado por el coste de la vida y acorde a los principios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Pese a que los beneficios de un salario mínimo vital son claros y que el concepto se ajusta al derecho y las normas internacionales de derechos humanos, los Estados siguen sin incluirlo como requisito en la legislación laboral nacional. En ausencia de requisitos nacionales, es prácticamente imposible impedir que las empresas paguen a su personal un salario que las sitúa por debajo del umbral de la pobreza. 

¿Es lo mismo un salario mínimo vital que un sueldo mínimo?

En todo el mundo se han introducido sueldos mínimos obligatorios por ley para hacer frente a las bajas retribuciones. Sin embargo, a menudo son insatisfactorios, ya que no tienen suficientemente en cuenta el coste de la vida del país o no se ajustan durante decenios. A veces se utilizan datos como la mediana o la media de los ingresos para calcular puntos de referencia que luego determinan el importe mínimo que una empresa puede abonar legalmente a su personal.

Cuando un gobierno especifica el importe más bajo que debe pagarse por el trabajo, éste se convierte a menudo en la cantidad más alta que percibe el personal de algunos sectores sin hacer horas extras excesivas. En consecuencia, para muchas personas, el salario mínimo actúa más como tope máximo que como mínimo.

Por tanto, el sueldo mínimo, aunque es mejor que nada, es mucho menos eficaz que el salario mínimo vital y a menudo atrapa a las personas en un ciclo de pobreza.

¿Por qué son tan bajos los sueldos mínimos?

La interpretación política y social relativa al sueldo mínimo varía de un país a otro, pero, en casi todos los contextos, el debate está dominado por los intereses de la clase más rica y poderosa de la sociedad. Durante decenios, quienes están a favor de mantener los salarios bajos han alegado que un mayor crecimiento económico, a menudo a través del éxito empresarial, es en última instancia positivo para los derechos y el sustento de las personas trabajadoras. Este argumento, que a menudo forma parte de un enfoque económico de “goteo”, ha sido ampliamente refutado por investigaciones que demuestran que “aumentar el nivel de ingresos de la clase baja y media en realidad incrementa el crecimiento”, mientras que “aumentar el nivel de ingresos del 20% más rico de la población resulta en un crecimiento menor”.

Muchas personas que trabajan en países en desarrollo se ven obligadas a subsistir con sueldos mínimos aún más bajos. La causa es que algunas empresas, a menudo grandes multinacionales (que se benefician de la sobreproducción y el sobreconsumo de bienes en países de renta alta), se aprovechan de una mano de obra barata sujeta a largas jornadas de trabajo y escasos derechos laborales.

Ejemplo: Bajos salarios en el sector textil

La estructura del sector textil y la naturaleza de su modelo de negocio, basado en mano de obra intensiva, lleva a las empresas a tratar de reducir costes con mano de obra barata. Los Estados quieren suministrar esa mano de obra barata para captar la inversión de esas empresas, lo que provoca una competencia destructiva, en la que las entidades empleadoras recortan los salarios del personal para competir en el mercado. Al fijar sueldos mínimos lo más bajos posibles, los Estados agrandan también la brecha de género salarial, ya que las mujeres se ven más afectadas por los sueldos bajos, especialmente en el sector textil.

Una encuesta global realizada por la Organización Internacional del Trabajo en 2017 confirmó que los salarios del personal de la confección dependían directamente de las prácticas de adquisición entre marcas y proveedores. En su lugar, los salarios deberían determinarse en función de lo que una persona que trabaja precisa para cubrir sus necesidades y derechos más esenciales.

Este es un ejemplo de libro sobre las tácticas con las que las grandes marcas suelen aprovechar su poder e influencia sobre los proveedores regionales para dictar los costes, en lugar de reconocer el verdadero coste de la mano de obra que fabrica sus productos.

¿Qué puedo hacer para contribuir a que todas las personas perciban un salario mínimo vital?

Los Estados tienen la obligación legal de respetar, proteger y realizar los derechos humanos, lo que significa que deben garantizar que quienes trabajan y sus familias puedan disfrutar de una vida digna.

Activistas y sindicatos de todo el mundo exigen a sus gobiernos que reconozcan este deber y garanticen por fin un salario mínimo vital a las personas por su trabajo. El activismo y las organizaciones sindicales lideran el enfoque basado en los derechos humanos en la lucha por salarios justos y otros derechos laborales. Por ello, los Estados deben garantizar su participación en todo proceso que aspire a mejorar los salarios y las condiciones de trabajo.

Conseguirlo depende de que gente como tú se manifieste y muestre su apoyo, de modo que logremos equilibrar la balanza de poder y garantizar en todo el mundo los derechos de quienes trabajan.