Viernes, 30 de agosto, 2024

Alrededor de las Américas, cientos de miles de personas han desaparecido debido a conflictos armados pasados y presentes, al crimen organizado y a crímenes de derecho internacional perpetrados por autoridades. De acuerdo con cifras oficiales, tan sólo en México, alrededor de 116,000 personas se encuentran desaparecidas y no localizadas.

En México, se estima que existen alrededor de 200 colectivos de familiares de personas desaparecidas en México. Uno de ellos es Hasta Encontrarte, formado en 2021 en el estado de Guanajuato. Este colectivo integrado por 86 familias, de las que 99% de sus integrantes son mujeres, se dedica a la labor incansable de búsqueda de sus seres queridos a través de brigadas de búsqueda independientes. Su esfuerzo ha resultado en la localización de 23 fosas clandestinas y el hallazgo de 203 personas desaparecidas. Además de estas acciones directas, Hasta Encontrarte se dedica también a la incidencia y al diálogo con autoridades nacionales y organismos internacionales. Para sus integrantes, el colectivo no solo representa una lucha conjunta, sino también un espacio de hermandad en donde se escuchan unas a otras y se acompañan en el camino que implica la búsqueda. 

Verónica, Karla y Bibiana son voceras de Hasta Encontrarte. Después de la desaparición de sus familiares, ellas cambiaron para siempre. Con apoyo limitado del gobierno mexicano, empezaron a buscar a sus seres queridos, primero por su cuenta y después como parte del colectivo Hasta Encontrarte.

Asumieron las difíciles funciones que deberían desempeñar las autoridades -dirigiendo investigaciones y desenterrando cadáveres en condiciones agotadoras y peligrosas. A pesar de las dificultades, la violencia y las amenazas, han seguido apoyándose mutuamente. Aquí, Karla, Verónica y Bibiana comparten la realidad de lo que implica buscar a sus seres queridos y por qué la sororidad es un apoyo en todo momento.

Karla Martínez

Karla busca a su hermano, Juan Valentín Martínez Jiménez, quien desapareció el 18 de febrero de 2020. Ella pasó un año buscándolo con la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas del Estado de Guanajuato (“Comisión Estatal de Búsqueda”). Aprendió rápidamente dónde buscar y cómo identificar los lugares donde podrían encontrarse cuerpos.

© Amnesty International

A pesar de que existe un expediente de investigación sobre la desaparición de mi hermano desde hace cuatro años, nadie lo busca si no lo hago yo.

Cuando denuncié la desaparición de mi hermano, las autoridades me preguntaron: “¿A qué se dedicaba tu hermano?” Me daba miedo contestar, porque no sabía si eso impediría que lo buscaran. Sentía que juzgarían mal mi situación si mi hermano tenía tatuajes, fumaba o bebía.

La Comisión Estatal de Búsqueda dejó de buscar a mi hermano al cabo de un año, así que decidí hacerlo yo misma. Junto con tres mujeres, salimos a buscar a nuestros seres queridos. No sabíamos mucho a dónde íbamos ni por qué, pero fuimos sin miedo y con ganas de encontrarlos. Fue entonces cuando empezamos a encontrar a nuestros familiares.

La primera vez que saqué un pie me estaba vomitando. El olor era muy fuerte. Pensé que tenía que quedarme ahí durante horas. Ahora encontrar y oler un cuerpo no me da asco. Me hace sentir que hemos hecho un buen trabajo y que estamos cumpliendo una meta.

Desde que empecé a buscar, he cambiado: no puedo sonreír, estoy de mal humor. No puedo vivir así… Si me quedo en casa, me siento triste. Soy más feliz en el campo buscando a los desaparecidos. Quiero encontrarlos y quiero hacerlo con dignidad.

Buscar a alguien es peligroso. Me han perseguido y me han disparado. Es aterrador sentir que las mismas personas que se llevaron a mi hermano podrían venir por mí también. Me siento completamente insegura y vulnerable esté donde esté.

Aunque las autoridades a veces me dan medidas de protección, soy consciente de que no suelen reconocer nuestro trabajo como defensoras de derechos humanos, y que las medidas no son suficientes para el riesgo al que nos enfrentamos y para garantizar nuestras vidas. Las amenazas persisten.

Yo sólo quiero encontrar a mi hermano. He ido a talleres, he organizado mi tiempo y he buscado lo más que he podido. Hemos encontrado a 216 personas, pero mi hermano no está entre ellas. Estoy trabajando, pero no tengo resultados para mí. Estoy contenta por las 216 familias que están descansando, pero me da coraje decir ¿y yo qué?

Estoy agradecida de formar parte de Hasta Encontrarte. Hay una especie de hermandad entre todas nosotras que me levanta cuando me siento mal.

Bibiana Mendoza

Bibiana busca a su hermano, Manuel Ojeda Negrete, quien desapareció el 8 de enero de 2018. Ha sido amenazada en numerosas ocasiones, pero a través del colectivo, ha encontrado el poder de seguir en la búsqueda.

Bibiana Mendoza, Hasta Encontrarte Collective - Guanajuato, Mexico
© Amnesty International

Mi hermano desapareció en 2018. Empecé a buscarlo unos días después, mientras estaba embarazada. Ahí me cayó el veinte que una amenaza a mí era también una amenaza al niño que traía en la panza y una amenaza al futuro de mi otro hijo.

Después de iniciar mi búsqueda recibí amenazas, así que acudí a la Fiscalía {para solicitar protección}. Ahí conocí a otras mujeres que buscaban también a sus seres queridos.

Formar parte de un colectivo en la sociedad mexicana se siente revolucionario. Si nos pasa algo que nos parece mal, buscamos a nuestra manera la forma de cambiar las cosas.

En 2020, marchamos contra la elección de un nuevo titular de la Comisión estatal de Búsqueda, una elección que se hizo sin consultarnos. Salimos a la calle y protestamos, a pesar de los peligros que corríamos. El colectivo, para mí, es como dejar de estar a ciegas, cada recuerdo que tengo de la colectividad es un acto de valentía.

Estoy agradecida por este colectivo, porque desde que empecé mi búsqueda he sido estigmatizada por la comunidad. Una vecina pidió a nuestros hijos que dejaran de jugar juntos, mientras, mi círculo de amigos se ha reducido.

También, he recibido muchas amenazas por buscar a mi hermano. La Fiscalía me citó y me pidió un número de teléfono, después me acosaron los agentes de la policía ministerial, con fotos, llamadas, mensajes, etc.  

Cada vez que cuelgo el teléfono, temo que alguien venga a despertarme a mi casa… cada vez que se acerca un coche a mi casa en la noche, siento que es el último segundo de mi vida.

He solicitado protección al Mecanismo de la Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, pero sólo he recibido un botón de pánico que no funciona desde hace mucho tiempo.

A cada paso agigantado que damos, vemos un nuevo abismo y sentimos que nada es suficiente para que las desapariciones dejen de ocurrir. Querer encontrar a mi hermano vivo es mi manera de rebelarme, de no aceptar el discurso. Es otra manera de defender la dignidad de mi hermano.

Verónica Durán

Verónica busca a su hijo, Iván Arturo Silva Durán, que desapareció el 24 de noviembre de 2019. Estuvo detenida, perdió su trabajo y actualmente sufre de ansiedad y depresión. No obstante, el anhelo de encontrar a su hijo sigue ardiendo con fuerza.

© Amnesty International

Cuando presenté la denuncia por la desaparición de mi hijo, las autoridades me preguntaron: “¿Qué hacía su hijo?, ¿estaba de fiesta? Deberíamos esperar 72 horas”. Insistí en que se presentara la denuncia, porque sabía que se habían llevado a mi hijo en unas camionetas.

Al principio, [las autoridades] no me dejaron buscarlo, no me dejaron hacer nada. Un año después, fui a la Fiscalía y leí el expediente de la investigación. Me di cuenta de que no estaban buscando a mi hijo. Me enojé mucho. Había perdido un año de búsqueda en el que podían haberlo encontrado. 

Mi hermana me dio un coche y empecé a buscarlo todos los días. Pero sentía la ausencia de toda mi familia. Me sentía sola, pero tenía que seguir buscándolo.

Me invitaron rápidamente a formar parte del colectivo. Juntas, protestamos contra el nombramiento del nuevo titular de la comisión estatal de búsqueda.

Desafortunadamente, la protesta fue recibida con violencia y fui una de las cuatro mujeres detenidas. Cuando nos detuvieron, sentí una mezcla de coraje y miedo, pero sobro todo mucho dolor, porque un policía me quitó la foto de mi hijo y la pisoteó. No sabía dónde había ido a parar. Me dolió mucho porque no valía la pena. No estábamos haciendo daño a nadie. Lo único que queríamos era justicia de alguna manera. Queríamos ayuda para buscar a nuestros familiares.

Después de que me detuvieran, me habló el patrón y me dijo que dejara de buscar a mi hijo o que dejara el trabajo. Me negué a dejar de buscarlo y 10 días después mi jefe me dijo que no me necesitaba.

Cuando me despidieron, todo se vino abajo. No tenía gasolina para el coche. No podía buscar a mi hijo. Durante casi un año y medio estuve sin electricidad, sin agua, a veces sin comida. Fue un año duro. No quería decirle a la gente “no tengo dinero, tengo hambre, no tengo gasolina”.

Ahora tengo ansiedad. Me siento como si tuviera depresión. Tengo la tensión alta y estoy agotada. Siento mucha angustia y dolor. Es una agonía muy lenta la que estoy viviendo.

Ya no tengo la esperanza de encontrar a mi hijo vivo, pero quiero encontrarlo. Espero que antes de que me lleve Dios, pueda regresarlo y darle una cristiana sepultura. Quiero que sepa que nunca dejé de buscarle y que le quiero con todo mi corazón.


Información de contexto

El caso del colectivo Hasta Encontrarte es un ejemplo de lo que viven miles de mujeres buscadoras en las Américas. En el continente, el rol de las mujeres para garantizar los derechos de las personas desaparecidas ha sido crucial e inspirador, su protagonismo se puede observar desde Canadá hasta la Patagonia. Sin embargo, la búsqueda está llena de riesgos, ataques y violaciones a derechos humanos.  En reconocimiento a la lucha incansable que han emprendido las mujeres buscadoras en las Américas, Amnistía Internacional se une en solidaridad y acción a las exigencias de justicia a través de su campaña #BuscarSinMiedo. Como parte de esta campaña, Amnistía Internacional también publica el informe Buscar sin miedo: Estándares internacionales aplicables a la protección de mujeres buscadoras en las Américas. Documento que recoge los principales riesgos que enfrentan las mujeres buscadoras y las obligaciones que tienen los Estados para asegurarles un entorno propicio y seguro, lo que incluye garantizar su protección y una vida digna.

Este artículo fue publicado originalmente en Rolling Stones en Español