Lunes, 04 de noviembre, 2019

Durante el incidente del 26 de octubre, un grupo de soldados y miembros del servicio de inteligencia militar empezó a pegar a los manifestantes con palos y las culatas de sus fusiles en un intento de despejar la carretera de Beddawi, bloqueada por los manifestantes, que respondieron lanzando piedras contra los soldados, por lo que estos abrieron fuego con munición real y granadas de gas lacrimógeno


“El ejército libanés ha hecho uso excesivo de la fuerza, incluido fuego real, para dispersar protestas en el norte de Líbano y, según testigos presenciales y el análisis de material fílmico verificado, ha causado heridas al menos a dos personas”, ha afirmado hoy Amnistía Internacional.

En el episodio más violento ocurrido desde que comenzaron las protestas masivas, el 26 de octubre, el ejército abrió fuego contra decenas de personas que hacían una sentada de protesta en la zona de Beddawi de Trípoli. Al menos dos de ellas sufrieron heridas de bala. Las fuerzas armadas libanesas también dispersaron con violencia protestas en Saida y Abdeh, y, la semana pasada, el ejército y otras fuerzas de seguridad no intervinieron efectivamente para proteger a un grupo de manifestantes en Beirut de los ataques violentos de simpatizantes de grupos políticos.

“El uso excesivo de la fuerza por parte del ejército libanés en Beddawi, y la inacción de las fuerzas de seguridad para proteger a manifestantes pacíficos, son hechos muy preocupantes que deben investigarse inmediatamente de un modo independiente, imparcial y transparente”, declaró Lynn Maalouf, directora de investigación de Amnistía Internacional para Oriente Medio.

“Exigir que los perpetradores rindan cuentas de sus actos debe ser una prioridad urgente. Las autoridades deben adoptar una postura de tolerancia cero ante cualquier uso excesivo de la fuerza contra personas que protestan de forma pacífica. No hacerlo transmitiría a las fuerzas de seguridad el peligroso mensaje de que tienen carta blanca para cometer abusos sin tener que responder ante la justicia”.

Fuego real contra manifestantes

Durante el incidente del 26 de octubre, un grupo de soldados y miembros del servicio de inteligencia militar empezó a pegar a los manifestantes con palos y las culatas de sus fusiles en un intento de despejar la carretera de Beddawi, bloqueada por los manifestantes, que respondieron lanzando piedras contra los soldados, por lo que estos abrieron fuego con munición real y granadas de gas lacrimógeno. Al menos dos personas resultaron heridas.

Los historiales médicos que ha visto Amnistía Internacional confirman que el manifestante Mohammed al Abdallah fue hospitalizado tras recibir varios disparos en el estómago. Mohammed contó a la organización que el soldado le había disparado a pesar de que estaba a unos seis o siete metros: “Lo vi apuntándome mientras yo lanzaba piedras y dije: ‘¡No dispares! ¡Dejaré de tirar piedras!’. Pero me disparó cuatro veces en el estómago”, dijo. El hecho de que nadie haya respondido de lo sucedido ha hecho que se sintiera tratado “como si no valiera nada”, añadió.

El ataque comenzó cuando un grupo de personas que cantaban sentadas en el suelo se negó a despejar la carretera tras ser conminadas a ello por el ejército.

Una persona que vio lo ocurrido dijo: “Corrieron hacia nosotros y empezaron a pegarnos, a pisotearnos, a pegarnos con palos, cuando varias personas heridas estaban en el suelo [...] los manifestantes empezaron a lanzar piedras al ejército [...] así que abrieron fuego”.

Los militares mantuvieron detenidas ilegítimamente durante cinco días al menos a cuatro personas, periodo en el que les negaron acceso a sus abogados y familias, a quienes no se informó de su paradero. Según el derecho internacional, esta detención podría constituir un delito de desaparición forzada.

Uno de los manifestantes que recibió disparos en la espalda fue trasladado desde el norte de Líbano al hospital de Geitawi, en Beirut, para una operación de urgencia, según su hermano, que contó a Amnistía Internacional que ha perdido el uso de las piernas.

El ejército libanés afirmó, en una declaración, que los soldados que trataban de despejar la carretera en Beddawi fueron atacados por manifestantes que les lanzaron piedras y grandes petardos, causando heridas a cinco militares, por lo que respondieron con gas lacrimógeno y, más tarde, con balas de goma y haciendo disparos de munición real al aire, lo que causó varios heridos. La declaración decía también que el ejército había abierto una investigación sobre el incidente.

Amnistía Internacional ha documentado asimismo el uso excesivo de la fuerza para dispersar a manifestantes en otros dos lugares. En la localidad septentrional de Abdeh, el ejército atacó a un grupo de manifestantes pacíficos que bloqueaba las carreteras el 30 de octubre.

“Las fuerzas militares empezaron a avanzar en nuestra dirección y seguimos coreando silmiyyeh [pacífico] y entonces empezaron a darnos puntapiés con las botas y a pegarnos con las porras [...] luego empezaron a disparar balas de goma y a lanzar más gas lacrimógeno hacia nosotros. Mucha gente perdió el conocimiento. Siguieron pegándonos. Había mujeres y niños con nosotros”, dijo Omar Nasser Hazeem, que añadió que los manifestantes habían sido pacíficos, pero que algunos empezaron a lanzar piedras cuando fueron atacados.

En la ciudad meridional de Saida, la madrugada del 28 de octubre, fueron dispersados más de 100 manifestantes que habían bloqueado la carretera principal. Una persona que presenció lo sucedido dijo que llegaron al lugar más de 26 vehículos. Según testigos presenciales, el ejército, el servicio de inteligencia y las fuerzas de seguridad atacaron a los manifestantes golpeándolos con porras y pisoteándolos con las botas. Al menos tres personas fueron hospitalizadas a causa de sus heridas.

Falta de protección adecuada a manifestantes

Amnistía Internacional ha documentado también que las fuerzas de seguridad libanesas no intervinieron efectivamente para proteger a las personas que protestaban pacíficamente que fueron atacadas por simpatizantes de Amal y Hezbolá en la carretera de circunvalación de Beirut el 29 de octubre. Los agresores, armados con palos, pegaron y persiguieron a manifestantes y prendieron fuego a sus tiendas.

Según testigos presenciales, miembros de las Fuerzas de Seguridad Interna (ISF) presentes en el lugar trataron de proteger a quienes protestaban, pero su número era inferior a los alrededor de 300 “matones”.

Una persona que presenció los hechos dijo que se produjo el “caos” cuando cientos de agresores armados de palos y piedras empezaron a atacar a quienes protestaban.

Otra de las personas que se estaban manifestando dijo: “Se movían de un modo organizado para aterrorizar a quienes protestaban. Eran claramente más que las ISF [...] Me pareció muy extraño que sólo hubiera unos 50 miembros de las ISF en un momento tan crítico”.

Varias personas testigos de lo sucedido dijeron que las ISF no detuvieron a ninguno de los agresores.

“Las fuerzas de seguridad tienen la clara obligación de proteger a las personas que protestan de forma pacífica de actos de acoso e intimidación y de ataques violentos, y de asegurarse de tomar las medidas necesarias para poder intervenir de un modo adecuado a fin de detener estos ataques en el futuro y garantizar la protección de quienes protestan pacíficamente”, concluyó Lynn Maalouf.