Martes, 13 de agosto, 2019
Gao Zhisheng es un prominente abogado de derechos humanos de China. A lo largo de los años ha sufrido persecución, secuestro y penas de cárcel. En agosto de 2017 desapareció una vez más y desde entonces está en paradero desconocido
En 2004, reparé en una carta abierta a la Asamblea Nacional Popular en la que pedían que se prestara atención al asunto del grupo religioso chino Falun Gong. Para entonces, los practicantes del culto de Falun Gong llevaban sufriendo cinco años de persecuciones en gran escala, pero nadie se atrevía a alzar la voz en su defensa. Un abogado demostró gran valor al hablar abiertamente del tema, así que tomé nota de su nombre: Gao Zhisheng
El movimiento de derechos humanos en China acababa de despegar. Los profesionales del derecho dedicados a asuntos de derechos humanos no superaban la veintena. Yo estaba impaciente por conocer a Gao, y tuve la suerte de hacerlo a las pocas semanas de leer la carta abierta. Era un hombre alto y lleno de vida, irradiaba salud. Lo recuerdo como un hombre afable y con sentido del humor, su risa retumbaba en toda la habitación. Nada le indignaba más que la injusticia. Nos quedamos hablando hasta las tantas y, muy poco después, empezamos a trabajar juntos en casos de derechos humanos.
El primer caso fue el de Cai Zhuohua, sacerdote de una casa de culto en Pekín a quien detuvieron junto a varios miembros de su familia por dirigir un negocio ilegal tras imprimir múltiples copias de la Biblia. Fue la primera vez que presenció la gracia y elocuencia de Gao en los tribunales. El tribunal no respetó el legítimo derecho de la madre de Cai de observar la vista, y Gao denunció al juez con ferviente convicción. Después de eso, Gao y yo solíamos asistir a servicios religiosos en casas de culto de Pekín, y él incluso se bautizó más adelante.
Otro caso que aceptamos fue el de Shaanxi Oil. En aquella época, uno de los abogados que trabajaban en el caso, Zhu Jiuhu, fue detenido y recluido en el centro de detención de Yulin, en Shaanxi. Decidimos representarlo y, antes de irnos, hicimos fotografías en la entrada. No mucho después, más de una decena de policías armados corrieron hacia nosotros y nos interrogaron por tomar esas fotos. Pensaban que podían intimidarnos, pero ya teníamos experiencia en esa clase de interrogatorio y respondimos con firmeza. Después de aquello, Gao se lamentó diciendo: “Si así tratan a unos abogados trajeados, ¿te imaginas lo que le harán a la gente que vive aquí?”
En el camino de vuelta, paramos en casa de Gao, en Jiaxian, y comimos fideos agachados en el patio. Nunca olvidaré su casa cueva, su taciturno hermano y el terreno árido que nos rodeaba.
Un minero de carbón que se hizo abogado
Gao Zhisheng tenía orígenes humildes. Su padre había fallecido cuando él tenía 11 años. A los 16 ingresó en un prestigioso centro de enseñanza secundaria, pero tuvo que dejarlo por no poder pagar la matrícula. Antes de hacerse abogado a los 31 años desempeñó trabajos muy diversos: cosechó hierbas chinas en las montañas, fue minero del carbón, soldado y vendedor de verduras, y también trabajó en una fábrica de cemento. Pasó toda clase de privaciones y conoció en profundidad la desigualdad y las injusticias en China.
Una vez que fue abogado, Gao se fijó una serie de normas. Una era que un tercio de sus casos *los llevaría gratuitamente para personas con ingresos bajos. Decía: “Yo vengo de una familia pobre. Sé cómo se sienten los pobres, por tanto sé lo que tengo que hacer [...] pero ayudar a los demás no debería ser un acto de caridad.”
Gao me recordaba repetidamente que quienes ejecutan las órdenes de un régimen autoritario también son ellos mismos víctimas de él.Teng Biao
Amabilidad con policías de civil
En 2005 escribió tres cartas abiertas a los dirigentes chinos en las que exponía cómo las autoridades habían torturado sistemáticamente a los practicantes de Falun Gong. Mientras que otros prefirieron hacer caso omiso de esta violación manifiesta de los derechos humanos, Gao se aventuró por toda China para entrevistar a practicantes de ese culto y defender sus derechos.
Primero, las autoridades cerraron su bufete. Después, el invierno de 2005, empezaron a restringir sus libertades personales: alrededor de 20 policías vestidos de civil le seguían a todas partes y unos 10 vehículos vigilaban la zona que rodeaba su casa.
“Cada mañana, al mirar por la ventana, los veía dando brincos para entrar en calor”, recordaba Gao. “A mi esposa y a mí nos daban mucha lástima. Así que, esa mañana, comentamos cómo hacer llegar agua caliente a aquellos jóvenes.” Terminó mandando agua caliente a los policías de civil; no para humillarlos, sino porque estaba realmente preocupado por ellos. Gao me recordaba repetidamente que quienes ejecutan las órdenes de un régimen autoritario también son ellos mismos víctimas de él.
Por entonces, casi todos los abogados de derechos humanos tenían su sede en Pekín. A menudo pedíamos a Gao Zhisheng que se mantuviera en un plano discreto, pero nunca nos hizo caso. Es posible que ya supiera que era demasiado tarde, o tal vez prefirió plantarles cara.
Se ganó el respeto general por su exhaustivo conocimiento del sistema judicial y su compasión por la gente. Además de recibir numerosos premios internacionales de derechos humanos, fue candidato al premio Nobel de la Paz en múltiples ocasiones. Gao Zhisheng no es “uno” de los abogados más valientes de China, sino “el” más valiente sin discusión.
Gao Zhisheng no es “uno” de los abogados más valientes de China, sino “el” más valiente sin discusión.Teng Biao
Secuestrado
En agosto de 2006, Gao Zhisheng fue víctima de un secuestro. Más tarde escribió:
“Un día iba andando por la calle y, al volver una esquina, vi a seis o siete desconocidos que venían hacia mí. De repente sentí un fuerte golpe en la nuca y caí al suelo de cara. Alguien me tiró del pelo y a continuación me cubrieron la cabeza con una capucha negra.
“[…] Cuatro hombres armados con picanas eléctricas empezaron a darme golpes en la cabeza y el resto del cuerpo. Sólo se oían el ruido de los golpes y mi respiración agitada. Yo estaba en el suelo retorciéndome de dolor, intentando arrastrarme para escapar. Entonces [uno de ellos] me aplicó una descarga eléctrica en los genitales. Suplicarles que pararan sólo sirvió para que se rieran y me sometieran a más torturas increíbles.
“Noté un fuerte olor a orina pestilente. Mi cara, mi nariz y mi pelo apestaban a eso. Evidentemente, aunque no sabía en qué momento, alguien había orinado en mi cabeza y mi cara.”
Hoy todavía me duele leer sus palabras.
En los 13 años transcurridos después del secuestro, Gao Zhisheng no ha vivido un solo día en libertad: cuando no estaba en paradero desconocido, estaba encarcelado o bajo arresto domiciliario. Cuando al fin Gao volvió a ser visto en público, parecía anciano y frágil. Le faltaban casi todos los dientes. Yo miraba la fotografía y no podía parar de llorar.
Pero, una y otra vez, incluso después de cada secuestro, cada periodo de reclusión y tortura, Gao Zhisheng se negó a rendirse.
En 2016, estando recluido en una cueva, se enteró de que el Colegio Estadounidense de Abogados se negaba a publicar mi libro y escribió un artículo para criticar la decisión y condenar a toda organización complaciente o sumisa con el poder autoritario de China. Aun estando en situación de máxima vulnerabilidad, se negó a ser silenciado.
En agosto de 2017, Gao Zhisheng desapareció una vez más, y desde entonces está en paradero desconocido. Sus familiares y seres queridos no han dejado de preocuparse por él en ningún momento.
Seguimos buscando a Gao. Esperamos encontrar en breve su amable sonrisa, su extraordinaria fuerza, su infatigable espíritu de lucha por la dignidad humana y su negativa a aceptar la derrota.