Lunes, 01 de julio, 2019

No hay que subestimar la importancia de cambiar las leyes sobre violación. Aunque el cambio no erradicará la violación, lo que la ley dice juega un importante papel a la hora de definir las actitudes respecto a lo que es violación. Los actuales mitos erróneos que predominan sobre la violación dificultan que las víctimas de violación denuncien este delito a la policía o busquen ayuda médica


Ayer, el nuevo gobierno danés de la primera ministra socialdemócrata Mette Frederiksen publicó un manifiesto de 18 páginas explicando cuáles eran sus objetivos en su primer mandato. El documento, “Dinamarca en la dirección correcta”, se centra fundamentalmente en políticas sobre con la crisis climática, la vivienda, el transporte y las personas sin hogar, pero también contiene un importante compromiso para reconocer legalmente algo tan simple como que el sexo sin consentimiento es violación.

Paradójicamente, a pesar de su imagen de país de igualdad de género, cuando se trata de violación, la realidad es completamente distinta para las mujeres en Dinamarca. Leyes anticuadas utilizan una definición de violación basada en si hubo violencia física, amenaza o coerción o si la víctima no fue capaz de resistirse. Suponer que la víctima dio su consentimiento porque no se resistió físicamente es sumamente problemático, pues especialistas en la materia reconocen que la “parálisis involuntaria” o “bloqueo” es una respuesta fisiológica y psicológica habitual a la agresión sexual.

Esta insistencia en la resistencia y la violencia en vez de en el consentimiento afecta no sólo a las denuncias de violación, sino también a la sensibilización en general sobre la violencia sexual, aspectos ambos que son esenciales para prevenir las violaciones y abordar la impunidad.

La cuestión de la “parálisis involuntaria” fue fundamental para condenar la semana pasada a los cinco hombres conocidos como La Manada a 15 años de cárcel por una terrible violación grupal en España. Este fallo del Tribunal Supremo anuló una sentencia dictada en 2018 por un tribunal inferior que había establecido falta de consentimiento, pero declarando a los hombres culpables de un delito menor, de abuso sexual, porque la víctima había quedado paralizada y el tribunal no había encontrado suficientes indicios de violencia o intimidación para considerar el delito como violación. Este caso situó en la agenda de España la necesidad de cambiar la ley sobre violación, pero Dinamarca y España no son los únicos los países centrados en la necesidad de cambio.

Sorprendentemente, sólo nueve países del Espacio Económico Europeo (EEE) reconocen que el sexo sin consentimiento es violación. Pero las cosas están cambiando.

Este mes de junio, en el último momento el gobierno griego dio un giro de 180 grados cuyo resultado fue la modificación del código penal y el reconocimiento jurídico de que el sexo sin consentimiento es violación y que no es necesario que haya violencia física para que el delito sea considerado violación.

El año pasado, Islandia y Suecia se convirtieron, respectivamente, en el séptimo y el octavo país de Europa que adoptan nueva legislación que define la violación sobre la base de la ausencia de consentimiento. Igualmente, en el Parlamento de Portugal y en el de Suiza se han presentaron nuevas propuestas de enmienda de las actuales leyes sobre violación.

No hay que subestimar la importancia de cambiar las leyes sobre violación. Aunque el cambio no erradicará la violación, lo que la ley dice juega un importante papel a la hora de definir las actitudes respecto a lo que es violación. Los actuales mitos erróneos que predominan sobre la violación dificultan que las víctimas de violación denuncien este delito a la policía o busquen ayuda médica.

Las cifras de una reciente encuesta realizada en la Unión Europea muestran que, a partir de los 15 años de edad, una de cada 20 mujeres de la UE ha sido violada. Eso representa alrededor de 9 millones de mujeres. A pesar de la gravedad del delito, en Europa las cifras de denuncias de casos de violación siguen estando muy por debajo de la realidad. El miedo a no ser creída, la desconfianza en el sistema de justicia o el estigma disuaden a demasiadas mujeres y niñas de denunciar una violación.

Otro reciente estudio concluyó que más del 25 por ciento de la población de la UE cree que las relaciones sexuales sin consentimiento podrían estar justificadas en ciertas circunstancias, como por ejemplo si la víctima está borracha o bajo los efectos de drogas, va voluntariamente a casa con alguien, lleva ropa sugerente, no dice claramente que no o no se resiste físicamente.

Los mitos y los estereotipos de género también influyen en la forma en que el sistema de justicia penal maneja los casos de violación. A menudo sustentan actitudes de la policía y la judicatura y las bajas tasas de enjuiciamientos y sentencias condenatorias merman la confianza en el sistema de justicia. 

Aunque modificar las leyes sobre violación es un primer paso fundamental, para cambiar las actitudes y conseguir que se haga justicia, queda mucho por hacer para terminar con la cultura de culpabilización de la víctima e impunidad, reforzada por los estereotipos que impregnan muchas sociedades a muchos niveles: desde los parques a los vestuarios, pasando por las comisarías y los banquillos de testigos.

Es necesario tomar medidas para garantizar que los mitos sobre la violación se ponen en tela de juicio a todos los niveles de la sociedad, y que los y las profesionales que trabajan con sobrevivientes de violación reciben una formación continua adecuada. También son necesarios programas de educación sexual y sensibilización más amplios.

Parece probable que en los próximos meses Dinamarca adopte leyes que ofrezcan una definición de violación basada en el consentimiento, y está claro que en toda Europa se está generando un impulso en favor del cambio. Un cambio que garantizará que las futuras generaciones de mujeres y niñas no tengan que preguntarse jamás si la violación es culpa suya ni dudar de que sus perpetradores serán castigados.

Este artículo fue publicado por primera vez en Newsweek.