Martes, 07 de mayo, 2019

Las desgarradoras cartas desde la cárcel de la abogada y activista de los derechos de las mujeres Nasrin Sotoudeh revelan el trauma que el gobierno inflige a las familias a las que dice proteger


Nasrin Sotoudeh es una abogada que nunca ha eludido hacer lo correcto en Irán. En su larga e impresionante trayectoria profesional, ha denunciado las injusticias de la pena de muerte y ha luchado por los derechos de la infancia. Más recientemente, cuestionó las degradantes leyes que obligan a niñas de tan solo nueve años a llevar el hiyab so pena de cárcel, flagelación o multa. Nasrin ha sido condenada a un total de 38 años y 148 latigazos en dos juicios injustos por reivindicar el derecho a elegir de las mujeres y niñas. Tendrá que cumplir 17 años de su condena.
 
Nasrin Sotoudeh es también madre de un hijo y una hija. Su compromiso con la justicia y la igualdad para sus clientes puso en su contra a las autoridades de Irán, que la han encarcelado dos veces: una en 2010 y ahora de nuevo, en 2018. En las dos ocasiones, Nasrin fue separada de sus queridos hijos y estos de su valiente y amante madre. Durante ese periodo, escribió varias cartas desde la cárcel a su hijo Nima, que ahora tiene 11 años, y a su hija Mehraveh, de 19. Como muestran estos fragmentos, la angustia de Nasrin por ser lo que es —alguien que debe defender lo correcto a toda costa— le hace cuestionarse sus propias decisiones como madre. Es una situación injusta provocada no por sus decisiones, sino por un gobierno represivo resuelto a quebrarla. Muchas personas coincidirán en que Nasrin es la mejor madre que puede ser al enseñar a sus hijos que la verdad y la justicia son principios por los que vale la pena luchar y que ser buena madre no significa elegir entre sus valores y sus hijos e hijas.
 
Marzo de 2011
 
Hola, mi querido Nima:
 
Qué difícil es escribirte una carta. ¿Cómo te digo dónde estoy cuando eres tan inocente y demasiado joven para comprender el verdadero sentido de palabras como prisión, detención, condena, juicio e injusticia?
 
La semana pasada me preguntaste: “Mami, ¿vienes con nosotros a casa hoy?” y tuve que contestar a la vista de los agentes de seguridad: “Mi trabajo me va a llevar un tiempo, así que iré a casa más tarde”. Fue entonces cuando asentiste como para decir que lo entendías, me cogiste la mano y le diste un dulce beso infantil con tus pequeños labios.
¿Cómo explico que ir a casa no depende de mí, que no soy libre para volver corriendo a ti, cuando sé que le habías dicho a tu padre que me pidiera que terminara mi trabajo y volviera a casa? ¿Cómo te explico que ningún “trabajo” podría tenerme jamás tan lejos de ti?
 
Mi querido Nima, en los últimos seis meses he llorado sin control en dos ocasiones. La primera vez fue cuando murió mi padre y me impidieron llorarlo y asistir a su funeral. La segunda fue el día en que me pediste que volviera a casa y no pude volver a casa contigo.
 
Mi queridísimo Nima, en casos de custodia de menores, los tribunales deciden en reiteradas ocasiones que, en lo que se refiere a los derechos de visita, no se puede dejar a un niño de tres años con su padre durante 24 horas consecutivas. Esto es porque los tribunales creen que los niños pequeños no deben estar separados de su madre 24 horas, pues esa separación les causaría daños psicológicos.
 
Sin embargo, este mismo poder judicial ignora los derechos de un niño de tres años so pretexto de que su madre trata de “actuar contra la seguridad nacional ” del país.
 
No hace falta decir que yo no he tratado en modo alguno de “actuar contra la seguridad nacional” y que, como abogada, mi único objetivo siempre ha sido defender a mis clientes según la ley.
 
Quiero que sepas que, como mujer, estoy orgullosa de la dura condena que me ha sido impuesta y que tengo el honor de haber defendido a muchas personas que defienden los derechos humanos. Los incesantes esfuerzos de las mujeres han demostrado por fin que con independencia de si los apoyamos o nos oponemos a ellos, no se nos puede seguir ignorando.
Esperando mejores días,
 
Mamá Nasrin
 
Abril de 2011
 
A mi querida Mehraveh, mi hija, mi orgullo y alegría:
 
Han pasado seis meses desde que me separaron de vosotros, mis amados hijos. En estos seis meses sólo nos han permitido vernos algunas veces e, incluso entonces, en presencia de agentes de seguridad. Durante este tiempo nunca me han dejado escribirte, recibir una foto o verte siquiera libremente, sin restricciones de seguridad. Mi querida Mehraveh, tú, más que nadie, entiendes la pena de mi corazón y las condiciones en las que nos permitieron vernos. Cada vez, después de cada visita y todos y cada uno de los días, dudo si he tenido o no en cuenta y he respetado los derechos de mis propios hijos. Más que nada, necesitaba estar segura de que tú, mi amada hija, en cuya sabiduría tengo tanta fe, no me acusaba de violar los derechos de mis propios hijos.
 
Una vez te dije: “Hija mía, espero que nunca pienses que no pensé en vosotros o que fueron mis actos los que merecían este castigo... Todo lo que he hecho es legal y está dentro del marco de la ley”. Y entonces me acariciaste con cariño la cara con tus manitas y respondiste: “Lo sé, mami, lo sé”. Ese fue el día en que me liberé de la pesadilla de ser juzgada por mi propia hija.
 
Mi querida Mehraveh, del mismo modo que nunca pude ignorar tus derechos y siempre traté de protegerlos con toda mi capacidad, nunca pude ignorar tampoco los derechos de mis clientes.
 
¿Cómo podía abandonar la escena en cuanto me llamaron las autoridades, sabiendo que mis clientes estaban en prisión? ¿Cómo podía abandonarlos cuando me habían contratado como asesora jurídica y estaban pendientes de juicio?
 
Fue mi deseo de proteger los derechos de muchas personas, y sobre todo los de mis hijos y vuestro futuro, lo que me llevó a defender estos casos ante los tribunales. Creo que el dolor que nuestra familia y las familias de mis clientes han tenido que soportar en los últimos años no será en vano. La justicia llega exactamente en el momento en que la mayoría ha abandonado la esperanza.
 
Te añoro, querida mía, y te mando cien besos,
 
Mamá Nasrin
 
Septiembre de 2018
 
Hola, mi querido Nima:
 
No sé cómo empezar esta carta. ¿Cómo puedo olvidar que este año tienes que empezar el colegio sin mí e incluso sin tu padre a tu lado, y decirte simplemente que este año es un año normal como cualquier otro? ¿Cómo puedo pedirte que seas puntual, que hagas las tareas, que estudies bien y que seas bueno hasta que volvamos?
 
Detestaría decirte estas palabras como madre porque sé que en tu joven vida has tenido que vivir el trauma constante de visitarme en prisión, de que te prohíban visitarme y del miedo a la injusticia.
 
Como madre, no puedo pedirte que te olvides de mi existencia y pienses que no tienes madre para yo poder seguir con mi trabajo y luchar [por los derechos humanos] con la conciencia limpia. Ojalá nunca sea tan cruel contigo.
 
***
 
Mi trabajo como abogada, constantemente atacado en Irán, me arroja —y esta vez también a tu padre— a la tormenta de injusticia y cobardía que está destruyendo la comunidad de abogados y abogadas iraníes.
 
Estos días pienso en ti constantemente, en lo solo que debes sentirte y en nuestra querida Mehraveh, que nos llena de orgullo y que ahora tiene que cuidarte y ser tu madre y tu padre al mismo tiempo.
 
Te envío mis lágrimas de amor, esperando que te hagan un poco más tolerable la injusticia de nuestro tiempo.
 
Te envío miles de besos porque hace demasiado tiempo que no te he visto.
 
Mamá Nasrin

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