Lunes, 01 de abril, 2019
La conversación entre ellas pone de relieve cómo la solidaridad puede ofrecer un consuelo y una fortaleza inmensas en circunstancias difíciles
Para celebrar el Día Internacional de la Visibilidad Transgénero, Amnistía Internacional pidió a dos activistas, una de la República Dominicana y otra de Pakistán, que nos contaran su lucha.
Nairovi Castillo es directora ejecutiva de la Comunidad de Trans-Trasvesti Trabajadoras Sexuales (COTRAVETD), de la que fue cofundadora en 2004.
Mehlab Jameel, de 26 años, investigadora y educadora comunitaria, ayudó a redactar la histórica Ley de Personas Transgénero de 2018 de Pakistán, una de las leyes más progresistas de este tipo que existen en el mundo.
La conversación entre ellas pone de relieve cómo la solidaridad puede ofrecer un consuelo y una fortaleza inmensas en circunstancias difíciles.
Amnistía: Háblennos de su infancia.
Nairovi: Mi niñez fue pésima. Me di cuenta de que era una mujer desde jovencita, pero mi familia nunca lo aceptó. A los 13 años me expulsaron de la casa por mi inclinación sexual. A partir de ahí, dormía en las calles de Santo Domingo y empecé a tomar sustancias psicoactivas. El proceso de transformación como mujer transgénero fue muy fuerte para mí.
Mehlab: Yo nací en una pequeña localidad de la provincia de Punyab donde pasé la mayor parte de mi vida, hasta que vivir allí se hizo imposible y me mudé a una gran ciudad para cursar estudios superiores. Actualmente trabajo para una organización comunitaria, HOPE (Have Only Positive Expectations), que defiende los derechos de las minorías sexuales y de género en Pakistán. En un día normal yo lucho contra el binarismo de género, desafío al patriarcado, hago planes para acabar con el capitalismo y bebo cantidades ingentes de chai. Lo normal, ya sabes, nada extraordinario.
¿Cuál ha sido su mayor reto hasta ahora?
Nairovi Castillo: La aceptación de la sociedad fue lo más difícil, la gente me llamaba “maricón” por vestirme como mujer. Mucha gente trans ejercemos el trabajo sexual para sostenernos, porque no tenemos de otra. No existen oportunidades de trabajo formal para nosotros. Yo comencé a trabajar sola, sin proxeneta, pero, como todas, corría muchísimo peligro. Los policías me detenían casi todos los días. Me golpeaban, me quitaban mi dinero y me hacían darles sexo oral. Si me quito mi ropa, tengo todas las cicatrices de los maltratos que he recibido en mi vida. Te puedo decir el día y la hora de cómo ocurrió cada cicatriz.
Mehlab Jameel: A las personas trans, especialmente a las de la zona del mundo de la que procedo, siempre se las describe como víctimas desafortunadas. A la gente le interesa saber todas las formas de opresión que sufrimos, pero no cuestionar los sistemas que nos oprimen. No es que no suframos esta violencia cada día, pero jamás conseguimos hablar sobre ella en nuestros propios términos, ni siquiera dentro de los discursos que se ocupan de nosotras.
Háblennos del momento en que decidieron enfrentarse al statu quo.
Nairovi: Yo tenía 29 años cuando me convertí en activista. Vi que aquí en la República Dominicana una organización llamada Movimiento de Mujeres Unidas (MODEMU) apoyaba a las trabajadoras sexuales que sufrían situaciones de violencia, detenciones o VIH, y pensé: “Necesitamos hacer algo así”. En ese momento, aquí no había ninguna organización que se ocupara de las personas trans. Vimos que necesitábamos organizarnos como grupo de trabajadoras sexuales porque tenemos muchas necesidades que se niegan. Así que, en 2004, fundamos COTRAVETD.
Mehlab: Creo que a lo largo del día paso por varios de esos momentos. Sólo se puede luchar por el cambio junto a otras personas. Nuestra labor de organización no se centra en un marco de derechos alienante e individualista, sino en exigir justicia para las personas, para nosotros y nosotras. Como dice Angela Davis, “Es en las colectividades donde encontramos filones de esperanza y optimismo.”
¿Cuál es su mayor logro?
Nairovi: Dirigir COTRAVETD. Hacemos trabajo educativo para que las chicas conozcan sus derechos, y damos talleres para sensibilizar y capacitar a militares y policías con el fin de evitar que nos abusen. Para mí, pasar de ser una trabajadora sexual consumidora de drogas a convertirme en la directora de esta organización y superar la adicción a esas sustancias, eso es un gran logro.
Mehlab: Más que mis logros, me resulta curioso ver todo lo que no consigo: no consigo vivir feliz en una familia patriarcal, no consigo que mi transexualidad y su agenda sean comprensibles para un gobierno de derechas. Me interesa mi fracaso a la hora de sentirme cómoda en una sociedad que constantemente me deshumaniza a mí y a mi mera existencia. Mis fracasos me enseñan algo nuevo todos los días sobre el carácter violento de la sociedad en la que trato de sobrevivir y sobre las estructuras que mantienen esa violencia y contra las que me resisto.
Nairovi: En la República Dominicana necesitamos una ley de identidad y género, para tener acceso a documentos oficiales con nuestros nombres e identidades de género. Y nos urge una ley antidiscriminación para que las autoridades nos protejan. ¿Mehlab, cómo conseguiste este hermoso objetivo?
Mehlab: Fue un esfuerzo colectivo. La Ley de Personas Transgénero, entre otras cosas consagra el derecho de las personas a la autodeterminación de su identidad y expresión de género, y las protege de la discriminación. Nuestro equipo estaba compuesto por profesionales del Derecho, activistas y personal investigador que trabajaron incansablemente para conseguir que el proyecto de ley presentado al Parlamento representara las exigencias de la comunidad, especialmente las de las personas más marginadas económicamente y más vulnerables a la violencia. Fue difícil romper barreras y conseguir acceder, porque el proceso legislativo en Pakistán, como puedes imaginar, es muy excluyente y elitista. La ley triunfó gracias a valientes trans que lucharon toda su vida contra la brutalidad policial y la violencia de las bandas.
¿Tienen algún mensaje para otras personas trans del mundo?
Nairovi: Debemos seguir luchando para acabar con la exclusión, la estigmatización y la discriminación, porque la exclusión social conduce a la violación de nuestros derechos humanos. Podemos alzar la voz e influir en quienes toman las decisiones, obligándolos a oírnos. Debemos empoderarnos y hacer que se nos llame por los nombres que hemos elegido.
Mehlab: Arrastramos la vergüenza de la sociedad en cada curva y cada hendidura de nuestro cuerpo, se nos castiga por haber nacido en nuestros bellos cuerpos y exigir tomar nuestras propias decisiones sobre ellos. Nuestra mera existencia está marcada por la violencia, la supresión y el odio. Ya hay suficiente dolor en nuestras vidas, no te autoinflijas más. Sé amable contigo y con quienes te rodean. Crea una cultura de cuidados. Y organízate colectivamente para el cambio.
¿Cuál es tu mayor sueño para el futuro?
Nairovi: Mi sueño para el futuro es que en mi país se apruebe una ley de identidad de género y crear un centro asistencial para las personas trans ancianas, las que no tienen dónde ir y las que viven con VIH y han sido rechazadas por sus familias. Deseo que las personas trans tengan otras oportunidades de empleo, no sólo el trabajo sexual. Ése es mi sueño.
Mehlab: Sueño con un futuro queer. Es importante crear en nuestros movimientos una sólida cultura política que se ocupe del origen sistémico de la opresión que afecta a las personas en general, no sólo a las personas trans. Significa mucho saber que una hermana trans libra una batalla similar en otra parte del mundo. Me encantaría hablar más sobre la creación de una solidaridad transnacional que nos permita llegar a aprender más de nuestras respectivas luchas. Este tipo de sororidad radical que traspasa fronteras es lo que me hace afrontar el futuro con esperanza. Me inspira y me conmueve increíblemente conocer el trabajo que haces. Eres una persona brillante y un rayo de esperanza para tu comunidad. Te tengo presente en mis oraciones y te deseo lo mejor en tus proyectos. ¡Mucha fuerza para ti!