Lunes, 16 de julio, 2018
Irina Maslova es defensora e integrante del #TeamBrave de personas que arriesgan sus vidas por denunciar las vulneraciones y violaciones a los derechos de todas las personas, así como exige a las autoridades rusas el respeto a los derechos humanos
Desde el 25 de mayo de 2018, hemos visto que el trabajo de los organismos encargados de hacer cumplir la ley se ha intensificado para la Copa del Mundo. Parece que están tratando de limpiar la ciudad y sacar a "personas no deseadas" de las calles. Hacen esto intimidando a la gente para asegurarse de que las ciudades que albergan el campeonato "causen una buena impresión" al mundo. La mayoría de las trabajadoras sexuales, entendiendo que están en una situación sin salida, han decidido dejar de trabajar durante el campeonato porque la presión sobre ellas se ha vuelto insoportable.
Cada vez que ocurren estos grandes eventos, dejo de ser tratada como ciudadana y residente de mi propia ciudad y no me gusta cuando eso sucede. Recuerdo muy bien mayo del 2003, cuando había una celebración planificada para el aniversario 300 de la ciudad de San Petersburgo. Las autoridades siempre quieren mostrar que todo está bien en Rusia y esto trae consigo una limpieza dura. En San Petersburgo, los "elementos no deseados" fueron eliminados, como antes de los juegos olímpicos en la década de 1980, cuando todas las personas marginadas fueron enviadas más allá del "kilómetro 101", más allá de las fronteras del centro de la ciudad, donde los turistas rara vez iban.
Nuestro movimiento Silver Rose, un movimiento para defender los derechos de las trabajadoras sexuales, comenzó a existir en el momento en que vimos que los policías -que se supone deben proteger a los ciudadanos- no solo estaban abusando de su autoridad, sino que se estaban convirtiendo en agresores inexplicables y actuaban por encima de la ley. La rabia estaba creciendo dentro de nosotras para ver que el Estado y las autoridades no trataban a las personas humanamente. Al principio, operábamos como un pequeño grupo de autoayuda. Más tarde, evolucionamos hacia un movimiento de trabajadoras sexuales que exigía salud, dignidad y derechos humanos.
En el 2003, desde que el trabajo sexual es ilegal en Rusia, fui arrestada y llevada a la estación de policía del distrito de Petrogradsky, donde pasé 48 horas en régimen de aislamiento. Estaba lloviendo cuando me llevaron y llovía cuando fui liberado. Fue la primera vez que sentí en mi propia piel lo que era el cautiverio. Esto no era solo sobre libertad. Era sobre ese horrible olor que penetraba mi piel y mi ropa, que tuve que descartar más tarde. Incluso después de tres horas en el baño lavando y frotando, no pude deshacerme de ese olor. Sentí como si me estuviera frotando la piel hasta sangrar, tratando de eliminarla por completo y regenerar una nueva.
Todavía puedo sentir ese olor cuando escucho historias de otras trabajadoras sexuales o tomo casos de crímenes perpetrados contra ellas. Ese olor es terrible, pero desencadena mi deseo de luchar. Defender los derechos de las trabajadoras sexuales es más que un trabajo para mí, es mi misión y el trabajo de mi vida. Mis objetivos son garantizar que la policía proteja adecuadamente a las personas de esta ciudad, lograr la despenalización del trabajo sexual y derogar la ley que prohíbe el trabajo sexual. Esta es la razón principal por la cual se socava la dignidad, la salud y los derechos humanos de millones de personas en Rusia. Es más que solo multar a las trabajadoras sexuales; es una piedra angular de todo el sistema de violencia y corrupción.
La policía realiza operaciones de "compra y quiebra" contra las trabajadoras sexuales. En otras palabras, usan los servicios de las trabajadoras sexuales y luego las detienen por proporcionar estos servicios. Esto suele ir acompañado de intimidación física y psicológica, como amenazas de exponer a las trabajadoras sexuales frente a amigos y familiares, someterlas a la estigmatización o llamar a las cámaras de televisión para mostrar cómo "se detiene a las prostitutas".
A esto le sigue la violencia pura: redadas en el lugar y confiscación de objetos de valor, dinero, productos electrónicos, efectos personales y cosméticos. Los agentes de policía les roban las sábanas, la comida de la nevera, el papel higiénico y el detergente. Esto es robo y abuso de su autoridad.
La ley solo permite que esta detención administrativa dure tres horas. Pero en la práctica, las trabajadoras sexuales son retenidas por hasta tres días, tiempo durante el cual se ven forzadas a dar declaraciones que las implican. Solo alrededor de entre 10 y 30 por ciento de todas esas declaraciones llegan a los tribunales, ya que las trabajadoras sexuales prefieren pagar la salida para evitar el proceso judicial. Las multas pueden ser 10 veces menos que un soborno ($ 25-30 y $ 80-250 respectivamente). Entonces, ¿por qué las trabajadoras sexuales detenidas pagan sobornos para ser liberadas? Porque la multa es solo una multa, pero no puede recuperar el tiempo pasado bajo custodia policial. La gente compra su libertad.
Además de las multas, el Ministerio del Interior mantiene una base de datos federal especial. Sus registros nunca caducan y no pueden eliminarse. Por lo tanto, una trabajadora sexual no puede obtener otro trabajo, ya que muchas compañías grandes evalúan a sus candidatos a través de dichas bases de datos. Esto afecta no solo a las trabajadoras sexuales, sino también a sus familias. Los hijos de las "madres prostitutas", como nos llaman, no pueden postularse a la academia de policía o servir en el regimiento del Kremlin. Esto es una privación de los derechos humanos. Y esto ha estado sucediendo por más de 70 años.
En preparación para la Copa Mundial de la FIFA, las autoridades comenzaron sus operaciones de "limpieza" en San Petersburgo a finales de abril de 2018. Creo que pronto se tomarán medidas más severas. A algunas empresas de trabajadoras sexuales se les dijo que cerraran por un tiempo muy específico. Aquellas que han estado en el negocio durante mucho tiempo ya han planificado vacaciones durante la Copa del Mundo. Dejarán la ciudad y creo que es lo correcto.
Durante los Juegos Olímpicos de Sochi en el 2014, esperábamos que sucediera algo así. Yo quería ir para proteger de alguna manera a otras trabajadoras sexuales. Mis abogados intentaron convencerme de que no lo hiciera. Y resultó que tenían razón. Después de ir, no pude ayudar a otras y terminé detenida.
Durante muchos años, algunas estimaciones no oficiales han calculado que la cantidad de trabajadoras sexuales en Rusia es de tres millones y sus clientes 30 millones. La gente va y viene, pero las cifras siguen siendo las mismas. A pesar de las cifras elevadas, hay una ausencia de programas de prevención, falta de educación sexual e intentos de reemplazarla con algún tipo de alternativa, incluida la reducción de daños y el alto costo de los condones. Esto ha conllevado a una epidemia de VIH y el gobierno se niega a admitirlo.
Tan pronto como termine la Copa del Mundo, todo se derrumbará aquí. El Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, que ha estado patrocinando organizaciones de servicios de VIH en Rusia durante 14 años, abandonará el país en julio y nadie sabe si alguna vez volverá. Rusia contribuye al Fondo Mundial para detener la epidemia del SIDA en todo el mundo, pero ahora las organizaciones que trabajan y hacen campaña aquí en el país se registran como "agentes extranjeros" para recibir dinero del Fondo Mundial. Solo quedan 10 organizaciones que llevan a cabo programas de reducción de daños efectivos y de alta calidad. Rusia tiene la tercera tasa de prevalencia de VIH más alta del mundo, después de Sudáfrica y Nigeria. Me temo que después de que esas organizaciones se vean obligadas a cerrar, Rusia ocupará el primer lugar muy pronto.
Y a pesar de las dificultades y la limpieza de la policía, amo mi ciudad. Le sugiero a las personas que visitan San Petersburgo por primera vez que vayan a la calle Malaya Sadovaya. Allí encontrarán encantadoras plazas pequeñas entre las casas. Además, me gusta bajar a la orilla del río y sentarme en el agua, sumergiendo los pies. Te cierras al mundo y solo miras el agua. Esto es especialmente encantador en un día soleado. Y no importa dónde te encuentres, en el canal o en el río Neva, simplemente te sientas con los pies balanceándolos en el agua.