Jueves, 14 de junio, 2018
Al conceder a Rusia el derecho a acoger la Copa Mundial sin adoptar medidas de diligencia debida en materia de derechos humanos, la FIFA se marcó un sonado autogol que desde entonces intenta remontar
Si hay en el mundo un acontecimiento deportivo prestigioso por antonomasia es la Copa Mundial. A partir del 14 de junio, miles de millones de personas verán cómo 32 selecciones nacionales se disputan, en 11 ciudades de Rusia, la oportunidad de alzar el trofeo en Moscú.
Ésta es la primera vez en la historia que la entidad organizadora de la Copia Mundial, la FIFA, ha concedido a Rusia el derecho de acoger uno de los eventos deportivos más seguidos del mundo.
Pero, en años recientes, los derechos humanos han sufrido una caída en picada en Rusia, lo que hace que sea imposible ignorar las flagrantes violaciones de derechos humanos que se cometen en el país de acogida de la 21 Copa Mundial de la FIFA.
Al conceder a Rusia el derecho a acoger la Copa Mundial sin adoptar medidas de diligencia debida en materia de derechos humanos, la FIFA se marcó un sonado autogol que desde entonces intenta remontar. Para entender por qué, debemos examinar los abusos y las violaciones de derechos humanos que el gobierno del presidente Putin intentará “blanquear” prevaliéndose de su condición de país anfitrión de la Copa Mundial.
Ataques a defensores y defensoras de los derechos humanos
Aunque la situación de los derechos humanos en Rusia es demasiado amplia para abordarla en detalle aquí, cabe señalar que uno de los mayores motivos de preocupación que Amnistía Internacional ha denunciado de forma sistemática es el hostigamiento, la intimidación, las agresiones físicas y las detenciones arbitrarias constantes a que se somete a quienes intentan defender los derechos humanos.
El defensor de los derechos humanos medioambientales Andrei Rudomakha fue brutalmente agredido en 2017 por atacantes no identificados por documentar obras ilegales de construcción en la costa del mar Negro, y sus atacantes continúan en libertad. Igor Nagavkin ha pasado más de un año y medio en detención preventiva por cargos falsos a causa de su trabajo de defensa de los derechos de las personas encarceladas y de su lucha contra la tortura y la corrupción. Y Oyub Titiev lleva detenido casi seis meses por cargos falsos a causa de su trabajo de ayuda a víctimas de violaciones de derechos humanos en Chechenia.
Sus historias no son una anomalía, sino que forman parte de una constante más amplia de represión de cualquier tipo de protesta o disensión. Como Amnistía Internacional detalla en un informe reciente, Rusia ha restringido aún más el derecho a la libertad de reunión, usando la Copa Mundial como pretexto en algunos casos.
De hecho, desde que Rusia fue nombrado país anfitrión de la Copa Mundial a finales de 2010, se ha producido un visible deterioro de la seguridad de los defensores y defensoras de derechos humanos en el país, donde diversas ONG y su personal han sufrido ataques físicos y sus actividades se han visto sometidas a toda clase de nuevas restricciones.
Hay que mencionar, además, el uso constante de la tortura; las violaciones graves de los derechos humanos en el Cáucaso Septentrional; la ley homófoba contra la “propaganda” con la que se persigue y estigmatiza a las personas LGBTI; la caza de brujas lanzada contra los gays en Chechenia; la despenalización de la violencia intrafamiliar; los ataques selectivos contra periodistas, y el uso continuo por parte de Rusia de su veto para bloquear las iniciativas del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria.
La FIFA pone los derechos humanos en su agenda
Aunque es evidente que las autoridades rusas están haciendo todo cuando pueden para convertir el país en un agujero negro de los derechos humanos, cabe preguntarse qué está haciendo la propia FIFA no sólo para cuestionar al país anfitrión sobre este asunto, sino para mejorar su propio historial de derechos humanos.
Durante muchos años, la organización se negó a aceptar ninguna responsabilidad en relación con los derechos de las personas afectadas por sus eventos: trabajadores que construían estadios e infraestructuras, manifestantes que protestaban a las puertas de los campos y residentes de zonas que fueron arrasadas para poner en marcha nuevos proyectos.
Tras varios escándalos de corrupción e informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch que documentan los graves abusos laborales y las peligrosas condiciones de trabajo que sufren los trabajadores migrantes empleados en la construcción de los estadios y la infraestructura para las Copas Mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022, la organización deportiva empezó por fin a cambiar de discurso.
En 2016, la FIFA añadió una cláusula de derechos humanos a sus estatutos que establece que "la FIFA tiene el firme compromiso de respetar los derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional y se esforzará por garantizar el respeto de estos derechos”, y su nuevo presidente, Gianni Infantino, insistió en que la FIFA “debe utilizar su influencia para abordar [estas] amenazas a los derechos humanos con la misma determinación con que protege sus intereses comerciales”.
Se estableció un Consejo Asesor sobre Derechos Humanos independiente y en 2017 la organización adoptó una Política de Derechos Humanos, convirtiéndose con ello en una de las pocas organizaciones deportivas en hacerlo. La FIFA también se ha unido a una coalición de múltiples partes interesadas que se ha comprometido a crear un Centro de Deporte y Derechos Humanos independiente.
Afeando el juego bonito
Teniendo en cuenta el comportamiento del Estado ruso durante los pasados Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi de 2014, cuando casi a diario se golpeada y detenía a manifestantes, hay muchas posibilidades de que la Copa Mundial sirva de telón de fondo para una nueva oleada de represión.
Durante esos juegos, el Comité Olímpico Internacional hizo la vista gorda a la represión de la libertad de asociación y reunión, incluidos los reiterados incidentes de palizas, interrogatorios y hostigamiento a manifestantes y la amplia vigilancia a que se sometió a periodistas.
Para evitar incurrir en errores del pasado, dos semanas antes del inicio de la Copa Mundial de 2018 en Rusia, la FIFA puso en marcha un mecanismo de denuncias para que los defensores y defensoras de los derechos humanos y los representantes de los medios de comunicación informaran de violaciones de derechos humanos, y se comprometió a apoyar a los defensores y defensoras de los derechos humanos y la libertad de prensa en relación con las actividades de la FIFA.
Establecer un marco para abordar los riegos para los derechos humanos asociados al evento es un paso importante. Pero es sólo un primer paso. El historial de la FIFA en materia de derechos humanos será juzgado atendiendo a las medidas concretas que adopte. El Consejo Consultivo de la FIFA señala que se ha avanzado en abordar los casos denunciados por grupos de derechos humanos, pero recalca que “este planteamiento de compromiso debe ser la norma por defecto en todos los casos futuros de amenazas a defensores y defensoras de los derechos humanos relacionadas con las operaciones de la FIFA”.
Aunque la FIFA ha intentado ponerse al día para abordar los grandes retos en materia de derechos humanos que inevitablemente conlleva la celebración de una Copa Mundial en Rusia, las autoridades rusas no han titubeado en cometer violaciones de derechos humanos ante la mirada internacional, lo que significa que la FIFA va a tener mucho trabajo.
El presidente Infantino ha prometido que la Copa Mundial de Rusia será “una fiesta del fútbol”. Debe estar preparado para usar toda su influencia si quiere asegurarse de que el desprecio del presidente Putin por los derechos humanos no le arruina la diversión.
La campaña de Amnistía Internacional sobre la Copa Mundial —Team Brave (Equipo Valiente)— destaca las historias de 11 activistas de toda Rusia que sufren persecución por defender los derechos humanos. Aquí tienes más información sobre cómo solidarizarte con los defensores y defensoras de derechos humanos en Rusia: http://teambrave.ru/