Miércoles, 25 de abril, 2018

Corea del Norte parece estar ahora algo más abierta a tratar con la ONU asuntos de derechos humanos, lo que incluye la presentación de informes y el envío de delegaciones el año pasado a los exámenes de los comités de la ONU dedicados a los derechos de los niños y niñas y los derechos de las mujeres


La banda de K-pop Red Velvet actuó este mes ante un auditorio abarrotado en Pyongyang, con la asistencia de Kim Jong-un: son los primeros intérpretes musicales surcoreanos que actúan en Corea del Norte en más de un decenio. Se trata de una más de una serie de sorprendentes iniciativas que Corea del Norte ha emprendido en fechas recientes, la más relevante de las cuales es una posible cumbre con el antagonista de Jong-un, Donald Trump. Este deshielo en las relaciones podría parecer prometedor, pero es demasiado pronto para saber si se trata de un cambio permanente de política o de un momento fugaz.

Debido a la falta de información desde dentro del país, en el mundo exterior está muy difundida la imagen de Corea del Norte como un país azotado por el hambre y carente de servicios básicos. Si bien es cierto que el país sigue siendo pobre y muchas personas continúan pasando hambre, en el terreno económico ha hecho grandes progresos desde la época de Kim Jong-il. A diferencia de su padre, Kim Jong-un ha dado muestras de querer impulsar el crecimiento económico incluso en el marco de las sanciones de la comunidad internacional, y tácitamente ha aprobado la existencia, incluso el desarrollo, de pequeños negocios.

Lamentablemente, esto no significa que haya aumentado el número de personas que disfrutan de sus derechos humanos. Amnistía Internacional ha documentado las violaciones de derechos humanos generalizadas, graves y sistemáticas que se cometen en los campos penitenciarios para presos políticos, donde hasta 120.000 personas siguen expuestas a sufrir tortura, trabajos forzados y otros malos tratos, así como ejecuciones. Algunas incluso han sido condenadas por el mero hecho de ser familiares de personas a las que se considera una amenaza para el régimen, o “culpabilidad por asociación”.

También persisten las graves restricciones del derecho a la libertad de expresión. Aunque aproximadamente 3 millones de norcoreanos poseen ahora teléfonos móviles, los aparatos funcionan esencialmente como sistema de intercomunicación interna. La inmensa mayoría de la población norcoreana sigue sin poder acceder legalmente a servicios de telefonía móvil internacional o a Internet. Amnistía Internacional ha hablado con personas que han sufrido hostigamiento, o incluso que han sido detenidas por tratar de contactar con familiares y amigos que han abandonado el país, en particular con los que viven en Corea del Sur.

¿Es posible el cambio?

Es cierto que hay buenas noticias. Recientemente tuvimos conocimiento del caso de Koo Jeong-hwa, que fue devuelta a Corea del Norte en noviembre del año pasado tras haber cruzado la frontera chino-coreana con su hijo de cuatro años. Estuvo recluida en un centro de detención de la ciudad de Hoeryeong, acusada de cometer traición por salir de su país, y se esperaba que fuera condenada a cadena perpetua en un campo penitenciario.

Su esposo, Lee Tae-won, dijo a Amnistía Internacional que tenía el convencimiento de que el gobierno de Corea del Norte respondería a las presiones externas. En marzo, coincidiendo con el anuncio de la cumbre entre Corea del Norte y Corea del Sur, recibimos la buena noticia de la liberación de Koo Jeong-hwa.

Su inesperada liberación supone un rayo de esperanza poco frecuente, y hay motivos para creer que las autoridades norcoreanas saben que el mundo está mirando. Otras personas de Corea del Norte con las que hemos hablado creen que el activismo y el escrutinio internacionales pueden impedir que la situación de los derechos humanos empeore.

De hecho, Corea del Norte parece estar ahora algo más abierta a tratar con la ONU asuntos de derechos humanos, lo que incluye la presentación de informes y el envío de delegaciones el año pasado a los exámenes de los comités de la ONU dedicados a los derechos de los niños y niñas y los derechos de las mujeres.

Sigue siendo muchas las cosas que deben cambiar para que los derechos humanos se conviertan en realidad, pero se trata de un momento interesante para recibir una buena noticia, algo que no abunda.

¿Un punto de inflexión?

En Amnistía Internacional trabajamos con gobiernos, sociedad civil y activistas, incluidas personas de Corea del Norte, muchas de las cuales han sido víctimas de abusos contra los derechos humanos. Algunos de estos activistas norcoreanos llevan a cabo un increíble trabajo de recopilación y difusión de información relacionada con los derechos humanos, o trabajo de campaña y de incidencia por ellos. Mediante una relación continuada con estas personas, nos enteramos de lo que a su juicio puede ser posible, y trabajamos juntos para que el cambio tenga lugar. Al mismo tiempo, también compartimos con ellas nuestros conocimientos sobre el derecho y las normas internacionales de derechos humanos, así como nuestra experiencia global en trabajo de campaña y de incidencia.

El ministro de Unificación de Corea del Sur, Cho Myoung-Gyon, estrecha la mano del jefe de la delegación de Corea del Norte, Ri Son-Gwon, el 29 de marzo.

Ante la reunión programada con el presidente de Corea del Sur el 27 de abril y la cumbre propuesta con el presidente Trump en mayo, debemos presionar para que se incluyan los derechos humanos en la agenda. El presidente de Corea del Sur ha descartado ya plantear los derechos humanos, diciendo que la cumbre debe centrarse en la cuestión de la desnuclearización. El Departamento de Estado estadounidense, por su parte, ha afirmado que estaba abierto a tratar la cuestión de los derechos humanos en cualquier posible reunión entre Donald Trump y Kim Jong-un.

En este momento decisivo, cuando el Estado conocido por su hermetismo puede estar abierto a un acercamiento y altos funcionarios están dispuestos a hablar de asuntos importantes como la desnuclearización, es fácil que la atroz situación de los derechos humanos se pase por alto. Amnistía Internacional, junto con otras organizaciones de derechos humanos, estará muy atenta para que esto no ocurra.