Miércoles, 05 de marzo, 2025
Damiano, Daniela

Más allá de las carencias materiales, las profesionales de la salud enfrentan necesidades que tocan su esfera personal y profesional. La sobrecarga laboral es una de ellas. Las largas jornadas, los turnos extenuantes y la falta de personal suplente hacen que las mujeres que trabajan en el sistema de salud público venezolano deban asumir una carga de trabajo que pone en riesgo su salud física y mental


En el laberíntico sistema de salud pública venezolano, donde la escasez y la precariedad son moneda corriente, las mujeres que lo sostienen en sus hombros enfrentan una batalla aún más ardua. Médicas y enfermeras, pilares fundamentales de la atención, se ven atrapadas en una red de carencias y necesidades que amenazan con desmoronar su vocación y su bienestar.

La crisis del sistema de salud pública en Venezuela no ha mejorado, más bien va en franco declive, en un país donde se prefiere y se dan permisos para construir canchas de pádel y tiendas departamentales que parecen centros comerciales, pero nadie parece importarle la construcción y mantenimiento de centros de salud públicos, que se encuentren dotados todo el año y brinden atención de calidad a sus pacientes, sin que se les pida nada.

La escasez de insumos médicos, la falta de equipos e infraestructura, la sobrecarga laboral y los bajos salarios son problemas que se han agudizado en los últimos años y que han afectado gravemente la calidad de la atención y las condiciones de trabajo del personal, especialmente de las mujeres profesionales de la salud que en su mayoría son cabeza de familia, madres solteras o con niños o personas mayores a su cuidado.

Carencias que laceran la vocación

La falta de insumos médicos es la herida más profunda en el cuerpo del sistema. Las profesionales de la salud narran cómo deben ingeniárselas para atender a sus pacientes, improvisando con materiales, reutilizando desechables y postergando tratamientos por falta de medicamentos. Esta situación no solo compromete la calidad de la atención, sino que también genera una profunda frustración en el personal, que ve impotente cómo su esfuerzo se diluye ante la adversidad.

"A veces siento que trabajo en un hospital de guerra", confiesa una doctora con 15 años de experiencia en un centro de salud público de Caracas. "Tenemos que elegir a qué paciente le salvamos la vida porque no tenemos suficientes recursos para todos. Es una decisión desgarradora".

La escasez de equipos e infraestructura es otra de las grandes deudas del sistema. Hospitales y ambulatorios sufren el deterioro de sus instalaciones, la falta de equipos básicos y la obsolescencia de la tecnología. Esta situación dificulta el trabajo del personal, aumenta los riesgos para los pacientes y genera un ambiente laboral hostil.

Necesidades que claman por atención

Más allá de las carencias materiales, las profesionales de la salud enfrentan necesidades que tocan su esfera personal y profesional. La sobrecarga laboral es una de ellas. Las largas jornadas, los turnos extenuantes y la falta de personal suplente hacen que las mujeres que trabajan en el sistema de salud público venezolano deban asumir una carga de trabajo que pone en riesgo su salud física y mental.

"Duermo poco y mal", relata una enfermera que trabaja en un hospital de Maracaibo. "Tengo dos trabajos para poder mantener a mi familia y llego a casa tan cansada que apenas tengo fuerzas para atender a mis hijos. Siento que mi vida se está consumiendo".

Algunas mujeres trabajadoras del sistema de salud, relatan que sus salarios más bonos compensatorios no llegan a 100 dólares mensuales. Debido a esto se ven obligadas a recurrir a dos trabajo, muchas veces de manera simultánea. “Mientras atiendo a los pacientes, les digo que vendo tortas y gelatinas, por si quieren comprarme algo mientras están en el hospital. De esto no se pueden enterar mis superiores porque me botan. Algunas compañeras las han descubierto y despedido”, dice una enfermera con 25 años de experiencia de un hospital de Maracay que no le alcanza el salario para vivir.

La falta de reconocimiento y valoración es otra necesidad sentida por las profesionales de la salud. A pesar de su esfuerzo y dedicación, su trabajo no es suficientemente valorado ni recompensado. Los bajos salarios, la falta de oportunidades de desarrollo profesional y la indiferencia de las autoridades generan un sentimiento de desmotivación y frustración.

La denuncia frontal no es opción para ellas, muchas temen enfrentarse al sistema y sus superiores por temor a perder sus empleos o por represalias peores como la cárcel o la persecución. Las trabajadoras que más levantan la voz por el respeto a sus derechos son tildadas de conflictivas, y en consecuencia, no son tomadas en cuenta para asensos, reuniones o festejos.

“Mi salud mental está bastante deteriorada. Todas tenemos que cuidar lo que se dice y hasta lo que no dices. Tus ideas y opiniones son analizadas para descartarte o ejercer presión para que renuncies si no estás de acuerdo con las reglas de arriba”, dice una doctora que está haciendo su postgrado en la unidad de Cardiología de un hospital de Caracas.

La doctora añadió que debe dar clases particulares en sus ratos libres para poder costearse una habitación cercana al centro de salud y poder continuar con su especialización.  

El Estado en deuda con sus trabajadoras

Ante esta realidad, surge la pregunta sobre las obligaciones del Estado venezolano para garantizar el derecho al trabajo de las mujeres que integran el sistema de salud pública. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece en su artículo 83 que "la salud es un derecho social irrenunciable" y que "el Estado es el garante de este derecho". Asimismo, la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras establece en su artículo 156 que "el Estado debe garantizar condiciones de trabajo dignas y seguras".

Sin embargo, la realidad es que el Estado venezolano no está cumpliendo con estas obligaciones. La falta de inversión en el sistema de salud, la escasez de insumos y equipos, la sobrecarga laboral y la falta de reconocimiento son indicadores de una deuda que se hace cada vez más grande.

Es imperativo que el Estado venezolano tome medidas urgentes para atender las carencias y necesidades del personal femenino que trabaja en el sistema de salud pública. Es necesario aumentar la inversión en el sector, garantizar el acceso a insumos y equipos, mejorar las condiciones laborales y reconocer el valor del trabajo de estas mujeres. Solo así se podrá garantizar el derecho a la salud de todos los venezolanos y construir un sistema de salud pública que sea digno.

 

Foto: Médicos Sin Fronteras