Martes, 14 de abril, 2020
Gomez Seiras, Maria Paola

 La actual crisis sanitaria desatada por el COVID-19 ha impactado en la vida de cada ser humano alrededor del mundo, especialmente en la de las poblaciones vulnerables, carentes de recursos económicos, de sistemas de salud sólidos y políticas sociales prácticas y factibles que les proteja.  

De esta realidad no se escapan los migrantes, que son una población de por si marginada y con poco apoyo de parte de los diversos Gobiernos de los diferentes países de destino donde se terminan estableciendo los migrantes. 

Ante los momentos actuales en los que urge cohesión y apoyo de todas las personas para protegerse y salvaguardar las vidas comunes, se hace inminente que se tome en consideración el Pacto Mundial sobre la Migración Segura, Ordenada y Regular y que se implemente efectivamente para así obtener el máximo beneficio de la migración empleando a los migrantes en los puestos laborales que puedan ser ocupados por los mismos y tomando medidas de protección a favor de todos ellos en condiciones de igualdad ante los nacionales de cada país para asi salvaguardar todas las vidas humanas posibles. 

 


La población migrante es vista en muchos países con indiferencia, frialdad, miedo y rechazo; los mismo son considerados por los nacionales de la variedad de países receptores de inmigrantes como intrusos que les quitaran sus empleos o se beneficiaran de sus contribuciones al sistema nacional de recaudación, y esto desemboca en xenofobia y todo tipo de trato cruel contra personas que son vulnerables no solo por el hecho de estar fuera de sus países sin apoyo familiar ni leyes amistosas a su condición, sino que además lidian con el impacto psicosocial que implica sentir que no forman parte de algún grupo social y tener además, en la gran mayoría, carencias económicas que le impiden acceder a las necesidades básicas del ser humano para poder establecerse y desarrollarse dentro de una comunidad en condiciones de igualdad. 

La actual emergencia de salud pública ocasionada por el COVID-19, pone en la palestra este flagelo universal como una prioridad a ser discutida y a encontrar soluciones prácticas a las circunstancias que enfrentan estas personas en su condición de vulnerabilidad, pues bien, los protocolos de protección indican que nos quedemos en casa y que tomemos rigurosas medidas de higiene para evitar la propagación del COVID-19; pero esta realidad estará fuera del alcance de la mayoría de migrantes irregulares o regulares que no cuenten con el apoyo de los gobiernos receptores para enfrentar los días de confinamiento, pues en su mayoría son personas que trabajan y obtienen ingresos en la proporción de sus esfuerzos laborales (lo que coloquialmente se conoce como el día a día). 

Los días 10 y 11 de diciembre del año 2018, en Marruecos, se reunió la inmensa mayoría de países miembros de la Organización de Naciones Unidas para adoptar formalmente el primer acuerdo global que coadyuvara a aprovechar los beneficios de la migración, y a su vez proteger a los migrantes indocumentados, todo esto con un propósito único: hacer de la migración un proceso digno y seguro para todos. 

La migración contraria a como es percibida por la mayoría de las personas, especialmente en países europeos, Norteamérica y ahora en Suramérica, puede ser positiva y beneficiosa para todas las partes si es vista desde la percepción de la multiculturalidad, el apoyo, la integración y la cohesión. 

Y, en estos tiempos de COVID-19, es cuando más se hace posible obtener provecho de los beneficios de la migración, sobre todo si se considera la necesidad de personal calificado como profesionales de la salud, o de fuerza laboral que pueda sacar adelante las cadenas de suministro alimenticia, de transporte o de limpieza masiva, que hoy son necesidades básicas y vitales para ganar la batalla al COVID-19 por la cual atraviesan un gran número de países como España, Italia, los Estados Unidos, Ecuador, entre otros, que se han visto saturados ante la situación que hoy vivimos a nivel planetario. Y esto es posible, si se integran a los migrantes que sean aptos para ocupar las plazas laborales que hoy se ven saturadas por la población nacional de muchos países por diversas causas, tales como: alta tasa de longevidad, población limitada de personal sanitario o mano de obra de actividades esenciales con alto riesgo de contagio por enfermedades preexistentes, entre otras.   

El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular fue estructurado en torno a 23 objetivos, que van desde metas genéricas centradas en la cooperación para abordar causas que motivan la migración o mejorar las vías de migración legal, hasta metas concretas como medidas para evitar la separación de las familias, usar la detención de migrantes solo como última opción y reconocer el derecho de los migrantes irregulares a recibir salud y educación en sus países de destino, algo fundamental e importante en este momento para todos los seres humanos. 

En los tiempos actuales sin dudas, se hace necesario e imperativo revisar e implementar el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, poniendo de manifiesto y como estandarte que la migración debe ser segura y benéfica para todas las partes, y que entre todos saldremos adelante pues esta crisis de salud pública también pasará, y como bien lo repiten los jefes de gobiernos y la inmensa mayoría de actores sociales TODOS SOMOS NECESARIOS para ganarle la batalla al COVID-19.

 

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