Lunes, 11 de noviembre, 2019
Andrea Salas
Desde marzo, Eleiza Campos adaptó su dieta a la incertidumbre de un servicio que no sabe cuándo se irá y, mucho menos, cuándo volverá.
“Muchas veces, confiando en el racionamiento, compramos la comida y se daña porque no vuelve la luz en todo el día. Por eso, las carnes y pescados no existen en mi nevera. Mi alimentación se ha reducido a enlatados, sobre todo hago ensaladas básicas de hortalizas y frutas que no se oxidan con facilidad y no necesitan refrigeración”, apunta.
Al respecto, la nutricionista Nayerlín Acosta explica que esta coyuntura atañe, principalmente, a la población que está en más riesgo: los niños y los ancianos. Para todos, explica, resulta indispensable la ingesta de “los tres nutrientes principales para poder desarrollar las actividades físicas: carbohidratos, proteínas y grasas”.
No obstante, las pérdidas de energía empujan a consumir únicamente el primer grupo y, en ciertos casos, proteínas de baja calidad, como el queso. La especialista advierte que el consumo de enlatados puede afectar a los hipertensos, por su contenido de sodio.
“No consumir las proteínas necesarias, a largo plazo, acarrea desnutrición desde los primeros grados hasta las formas más severas, que podrían terminar en la muerte”.
“Cocino en leña porque no puedo recargar la bombona”
En el barrio María Concepción Palacios, de Maracaibo, no gozan del suministro de gas por tuberías. Una de las innumerables secuelas de los cortes de energía es el retraso en el llenado de las bombonas domésticas. Hasta 15 días pueden tardarse en entregarlas.
Luis Dagand utiliza una alternativa rudimentaria para enfrentar esta irregularidad:
“Cocino en leña, sobre todo los granos. También tengo un hornito eléctrico, pero es una opción inviable porque la luz se va por mucho tiempo”.
Por si fuera poco, un punto crítico que suma más peso a la ‘cruz’ que cargan los residentes del estado es la crisis hídrica, prolongada desde hace más de un año y que empeoró en este escenario.
Las fluctuaciones han dañado buena parte de los equipos del sistema de distribución de Hidrolago, la compañía encargada de dotar de agua a la entidad occidental. El insuficiente bombeo únicamente abastece a seleccionadas comunidades, pero gran parte se las ingenia para conseguir el líquido en tomas de plazas, tuberías madres, distribuidores, iglesias y hasta en los bordes de las cañadas.
Por donde quiera, se observan ‘peregrinos’ deambulando con pimpinas y botellones. A pie o en carro, buscan resolver el tema del agua potable, lo que el Estado provee muy escasamente.
“8 de cada 10 hogares de Maracaibo reporta que tanto adultos como niños están alimentándose mal”. Fuente: Codhez. Situación general de los derechos humanos en el Zulia 2018.
Áreas de los municipios Santa Rita, Cabimas o Maracaibo acumulan más de un año de ‘sequía’. Lo que genera la excavación de pozos artesanales en los patios de los hogares o en las carreteras para sacar el agua que mana.
“Ya los tubos se secaron. Desde hace más de un año, no contamos con el servicio. Tareas básicas como cocinar, limpiar o lavar se vuelven muy complicadas. Nos salvamos porque a un vecino sí le llega y nos tiende la mano”, es la historia de Alexis González, residente de San Pedro, en la ciudad principal del Zulia.
Un día entero para surtirse de gasolina
Tanquear con combustible se convirtió en una verdadera odisea en la región. Atestadas y casi inmóviles lucen las enormes filas de vehículos que bordean las estaciones de servicio. Cuatro, seis, diez, 12 y hasta 20 horas deben esperar los usuarios, bajo el inclemente sol.
“La marabina Yoleida Suárez se queja porque “los guardias se atreven a cerrar las gasolineras para hacer sus ‘marañas’. Dicen que se acabó la gasolina, pero se las despachan solo a quienes les pagan”. A sus 60 años y expuesta a la inseguridad que acecha, ha gastado más de medio día en las colas.
Si se trata de una falla masiva, la mayoría de las bombas deja de funcionar, pues solo 71 cuentan con plantas eléctricas que deben ‘reposar’ cada cuatro horas, durante 60 minutos.
Por si fuera poco, el carburante está racionado a 30 litros por vehículo y muchos revendedores se aprovechan para ofertar la misma cantidad en 10 o 15 dólares, de manera ilegal.
Del lado de los conductores, la denuncia es recurrente: las colas VIP, auspiciadas por funcionarios de seguridad que cobran por todo.
Sin telefonía ni internet
Venezuela, en especial el Zulia, dio un salto al pasado. Las posibilidades de comunicarse compiten con la época de las cavernas. “Sin señal”, “red no disponible”, “llamadas no permitidas” y “mensajes no enviados” son solo ejemplos de los avisos que frenan a las personas cada vez que intentan entablar una conversación vía telefónica.
Rosana Suárez es clienta de Digitel, pero en su zona, al sur de Maracaibo, su línea está ‘caída’ durante las mañanas. Se vio obligada a invertir en un chip Movistar para escapar del aislamiento que la afectó por varias semanas.
A esto se suman las limitaciones en el acceso a Internet mediante los datos móviles y servicios de telefonía local. El presidente del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (Ovsp) asevera que el Zulia es uno de los más afectados en cuanto a conectividad.
La raíz del problema es que la mitad de las estaciones de transmisión de telefonía celular “dependen de sistemas de respaldo de energía. Pueden dar hasta cuatro horas, pero muchas empresas, por restricciones financieras, se han visto limitadas en las inversiones que tienen que hacer en infraestructura”.
Por ende, los pagos por puntos de venta están afectados por estos inconvenientes que retrasan las compras en cualquier establecimiento, tomando en cuenta que el dinero en efectivo circulante en la calle es mínimo.