Martes, 10 de julio, 2018
Alvarenga, Luis Miguel
La situación de vulnerabilidad de los niños y niñas no solo se refleja durante la infancia, sino desde el mismo período de gestación. Amnistía Internacional recopiló en el sitio web Salida de Emergencia datos sobre cómo las madres venezolanas emigran hacia Colombia para poder acceder a la atención médica requerida
“Hay una situación de indefensión y de gran vulnerabilidad. Los niños están asumiendo la consecuencia de una crisis que no generaron y de las malas decisiones que toman los adultos”, alerta el defensor de derechos humanos y coordinador general del Centro Comunitario de Aprendizaje por la Niñez y la Adolescencia (Cecodap), Carlos Trapani, al señalar cuál es la realidad por la que atraviesa la juventud venezolana en plena emergencia humanitaria compleja.
Con un tono de voz que refleja la preocupación, que como padre y defensor de derechos de los niños y niñas siente, Trapani enfatiza que durante todo el tiempo en el cual las personas en Venezuela se han visto sumergidos en la emergencia humanitaria, la violencia escolar, familiar, social, sexual e institucional contra los infantes se ha incrementado.
“Hay casos tan preocupantes como el fallecimiento de adolescentes en el marco de las Operaciones de Liberación del Pueblo (OLP) y, además, el incremento de la violencia en la familia producto de la crisis”, apunta.
Infancia comprometida
La situación de vulnerabilidad de los niños y niñas no solo se refleja durante la infancia, sino desde el mismo período de gestación. Amnistía Internacional recopiló en el sitio web Salida de Emergencia datos sobre cómo las madres venezolanas emigran hacia Colombia para poder acceder a la atención médica requerida.
Los casos relacionados a la mortalidad materna aumentaron 65,79% de 2015 a 2016, mientras que la mortalidad infantil se incrementó 30,12% en el mismo período.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el 21 de febrero de 2018, otorgó medidas cautelares a los niños del servicio de nefrología del Hospital José Manuel de los Ríos, en Caracas, que ampara los derechos de los infantes a la salud e insta al Estado a garantizar medicamentos, insumos médicos, tratamientos y condiciones de seguridad que permitan preservar la vida de los infantes.
Sin embargo, las autoridades venezolanas no han asumido ni ejecutado a plenitud las decisiones de la CIDH, lo que ocasionó la muerte de dos niños hospitalizados en el mencionado servicio del hospital.
Por su parte, Trapani indica que desde Cecodap se generó una campaña denominada “Niñez dejada atrás”, en la que busca visibilizar y proteger a los niños que se han quedado en el país, pero que han perdido los cuidados de sus padres debido al gran número de venezolanos que han emigrado para acceder a servicios médicos u ofrecer una mejor calidad de vida a sus familiares.
“Nosotros no alentamos la migración, pero tampoco criticamos a quienes toman la difícil situación de irse. Hay que entender que al emigrar se asumen una serie de retos y consecuencias que forman parte del duelo migratorio, que no solo lo sufre el niño que se queda en Venezuela, sino también el adulto que se va del país con dolor y tristeza”.
En 2016, Cecodap publicó un informe sobre las Consecuencias de las crisis económica y política en los niños, niñas y adolescentes en el área Metropolitana de Caracas, en el que se reflejan las condiciones en las que viven los jóvenes en Venezuela debido al deterioro de los servicios públicos, el aumento vertiginoso de los precios de los alimentos debido a la hiperinflación y al ambiente de violencia que se produce por el conflicto político en el país.
Por ejemplo, de los 1.099 hogares que fueron consultados para el informe solo 21% recibe agua, de dudosa calidad, en sus hogares diariamente. Sin embargo, el 59% apenas accede al vital líquido “algunos días”, que se suma a los cortes eléctricos diarios que sufren.
En 1.077 de los hogares examinados ha disminuido el consumo de proteínas, pero en todos se ha incrementado el consumo de plátanos (89%), verduras (85%) y preparaciones con harina de trigo o maíz (82%), como parte de las alternativas para no dejar de alimentarse.
El 61% de las familias aseguraron que la dieta que ingieren no satisface el apetito e, inclusive, en 345 de estos grupos han reducido una de las comidas del día. Lo más trágico lo sufren los 736 hogares que confesaron no tener suficiente comida para todos.
Aulas vacías
Para Trapani la situación ha permeado todos los aspectos de la vida de los niños, niñas y adolescentes, ya que la deserción escolar ha aumentado a pesar de que las autoridades lo nieguen.
“Que un Ministro de Salud diga que no hay deserción escolar, sino ‘dificultades para llegar a la escuela’ es una señal clarísima de la crisis tan profunda que estamos viviendo”, insistió.
Uno de los factores que incide en la deserción escolar es la salud de los jóvenes, que debido a la migración del personal médico, la escasez de medicamentos y el deterioro de los centros de salud se ha visto cada vez más vulnerada.
Amnistía Internacional señala que 50% de los hospitales en Venezuela están colapsados y la escasez se ubica entre 80 y 90% para todos los tipos de medicinas.
El informe del Cecodap indica que en los 1.099 hogares consultados hay 124 niños y 66 adolescentes con algún tipo de enfermedad crónica, de los cuales 100 no reciben tratamiento porque no consiguen los medicamentos y 22 porque no pueden pagar los altos costos de los mismos.
En Venezuela, los gremios médicos han protestado por las malas condiciones laborales, mientras que las personas con enfermedades crónicas y sus familiares también han salido a las calles para pedir a las autoridades que activen los mecanismos de cooperación internacional para abastecer con medicamentos e insumos, pero el gobierno nacional ha rechazado hacerlo.
Niños en las calles
Entre el 6 de abril y el 27 de julio de 2017 se registraron grandes manifestaciones en las que murieron 127 personas durante hechos violentos relacionados a las protestas. Sin embargo, en esos meses de conflictividad social resaltó una situación que a diario ocurre de las ciudades venezolanas: los niños que viven, comen y conviven en las calles se unieron a las protestas.
Muchas fueron las publicaciones en medios de comunicación y diarios en los que niños y jóvenes participaban en las manifestaciones, que debido a ello, recibieron el reconocimiento de las personas que casi a diario exigían mejoras en sus condiciones de vida.
“Tú veías a un niño con un escudo de cartón, una bandera y un casco atravesando una avenida y casi le hacían una ovación. Se veía que era un niño en situación de calle, porque tenía los zapatos sucios, estaban anémicos, amarillos, delgados, era obvio que estaba en situación de calle”, recordó Trapani.
Sin embargo, un año después de estos acontecimientos estos niños y niñas volvieron a las sombras, a ser invisibilizados. “En su momento la protesta daba sus dividendos, no solo materiales. El niño podía tener comida, ropa, calzado y hasta dinero, pero la otra ganancia que tuvieron los niños fue adquirir reconocimiento social”, agregó el coordinador general Cecodap.
Trapani lamenta que las autoridades del Estado hayan criminalizado la participación de los niños y jóvenes en las protestas, porque tienen derecho a manifestar sus peticiones, pero también reivindica el rol de los padres para que asuman la protección de ellos.
“Ahí hicimos una campaña importante para hacer ver que las protestas no son los espacios para los niños y, en esos casos, cómo se generan alternativas innovadoras para que los infantes también puedan ser escuchados, porque la crisis los afecta y ellos tienen mucho que decir”.
Por ello, Trapani insiste en la necesidad de “tomar correctivos para esta crisis tan dolorosa, porque el daño social causado irá calando cada vez más en las personas y será mucho más difícil de recomponer el tejido social en el futuro”.