Martes, 26 de junio, 2018
Buada Blondell , Gabriela
En Venezuela, la Constitución habla del respeto a la vida y a la dignidad de los reclusos, pero los apresados por razones políticas no cuentan en realidad con la garantía de esos derechos
“Mientras estaba encerrado temía por mi vida. Me decían que me iban a matar por ser gay. Sentí miedo, aunque poco a poco me fui acostumbrando a los insultos, gritos y golpes. Llegó un momento en que ya no me dolían.
Mario es uno de los tantos jóvenes detenidos en El Helicoide por protestar durante las manifestaciones de 2017. Sin embargo, es de los pocos que cuenta, tras su liberación, que era torturado constantemente por los funcionarios solo por su preferencia sexual.
Son incontables las humillaciones y malos tratos que vivió en prisión. Fue aislado y cualquier persona que se le acercara, intercambiara utensilios o simplemente hablara con Mario sería insultado por los funcionarios con frases tan descalificativas como “sidoso” o “la novia de la loca”.
En Venezuela, la Constitución habla del respeto a la vida y a la dignidad de los reclusos, pero los apresados por razones políticas no cuentan en realidad con la garantía de esos derechos. Así lo confirman varios de los excarcelados, quienes señalan que en los interrogatorios muchos fueron guindados con esposas en tubos y que estos, estaban tan altos que no podían colocar los pies en el piso. Otros, señalan que las bolsas que cortaban su respiración olían muchísimo a insecticida. Como estos, muchos relatos de torturas que se viven día a día en el recinto carcelario con más presos políticos del país.
Mario cuenta que su experiencia fue “parecida” a la de los demás con el tema de las torturas. Sin embargo, a él lo aislaban por ser gay, sus custodios colocaban tachuelas de colores en sus dedos y las enterraban poco a poco. Mientras sentía el dolor lo obligaban a gritar: “Soy un macho de la resistencia y me gustan las mujeres”.
Sobrevivir a la intolerancia
Mario fue llevado a una de las celdas de presos comunes llamada “Gama” y, aunque permaneció en ese lugar más de seis meses, la finalidad de que estuviera allí era que se pusiera “machito por las buenas o por las malas”, según los funcionarios encargados de vigilar el lugar.
“Los funcionarios decían que estaban cansados de pegarme y que tal vez los presos comunes lo lograrían, porque podían matarme o apuñalearme; me decían, ellos quizás puedan volverte hombre porque no tienen nada mejor que hacer”.
Al pasar el tiempo las torturas y los malos tratos ya no le afectaban tanto, logró acercarse a uno de los funcionarios con mayor rango y explicarle su condición sexual junto con dos compañeros. "El funcionario nos escuchó y nos sugirió ser parte de los presos que apoyaban a los custodios repartiendo comida y avisando los días de visita que todo marchaba bien. Aunque no me gustaba hacer eso, poco a poco comencé a ser aceptado, ya no me maltrataban tanto y la sesión de las tachuelas en mis dedos, pasó a ser de tres veces al día a una vez por semana".
Respeto por la dignidad humana
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 17 de diciembre de 2015 una Resolución que establece reglas mínimas para el Tratamiento de los Reclusos. Son las llamadas “Reglas Nelson Mandela” y Amnistía Internacional formó parte de la discusión junto a diversas ong del mundo para que se adoptara la revisión esencial.
Se trata de un conjunto de 122 reglas que revisan e incorporar nuevos conceptos a las antiguas normas de Naciones Unidas sobre esta materia de 1955. Otorgan gran importancia a la protección de las garantías básicas de las personas privadas de libertad, por ser uno de los grupos más vulnerables y en riesgo de sufrir abusos y malos tratos.
Hoy 26 de junio, con ocasión del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, debemos alzar nuestras voces y no olvidar que la comunidad LGBTI del mundo está en constante vulnerabilidad y ser privados de su libertad puede ser motivo para que vivan estos horrores. Tenemos el deber de denunciar, no hagamos silencio para que no siga sucediendo.
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*Mario es un nombre ficticio usado para proteger la identidad de la víctima.