Fatoumata Diallo, de 50 años, tiene siete hijos e hijas y se gana la vida criando ganado y cultivando. En su pueblo cerca de Koussanar, en el este de Senegal, es conocida por luchar contra la mutilación genital femenina (MGF). Sobreviviente ella misma y miembro de un comité de alerta creado por Amnistía Internacional para combatir la violencia de género, se dedica a concienciar sobre el daño causado por la MGF y a ayudar a las niñas que corren riesgo de sufrirla. Según las cifras más recientes del Fondo de Población de las Naciones Unidas, el 85% de las mujeres y las niñas de entre 15 y 49 años de edad de la región senegalesa de Tambacounda han sido sometidas a alguna forma de MGF. Al igual que Fatoumata, casi el 14% de ellas han sufrido la forma más severa, que consiste en coser los labios, dejando una pequeña abertura para orinar y para la menstruación.
Llevo 20 años luchando contra la MGF porque la he sufrido yo misma. Me metieron en un grupo de entre 10 y 20 niñas, y unas mujeres nos llevaron a la selva para hacernos el corte. Una de las niñas murió por el salvajismo con que se lo hicieron. Por desgracia, no consiguieron detener la hemorragia. La llevaron al centro de salud en un burro, pero murió por el camino. Me dejó una marca indeleble.
Me hicieron el corte cuando tenía unos 10 años. En este tipo de excisión, te cortan y luego te someten a otra operación. De manera que, cuando vas al dormitorio con tu esposo el día de tu boda, tienen que cortarte de nuevo ante de que puedas entregarte a tu esposo. Me casé, y eso es lo que me sucedió. El dolor fue insoportable, y estuve varios días en estado de shock. Tenía 13 años.
A mí me sometieron a un matrimonio precoz y a la mutilación. Eso es lo que me llevó a unirme a la lucha. Mi esposo me apoya en todo lo que hago. Tengo hijas, y ellas tienen hijas, pero a ninguna le han realizado el corte. No se lo he hecho a ninguna familiar.
He salvado a muchas niñas, no sabría decir a cuántas.
Fatoumata Diallo
Koussanar, la ciudad cercana a mi pueblo, se encuentra en un cruce de caminos con los países vecinos. Malí no tiene ninguna ley contra la MGF, y Gambia la tiene, pero no la aplica. Las mujeres viajan a esos países a que mutilen a sus niñas. Cuando me entero del nacimiento de una niña, voy a ver a la familia justo después del bautizo y les digo: “Sé que hay una recién nacida en tu casa, pero no debes hacerle el corte porque existe una ley contra eso”. Les muestro folletos sobre las consecuencias de la excisión y les explico lo que le hace a la niña. Les digo que, si lo hacen, les denunciaré.
Hubo un caso reciente de cinco niñas cuya abuela y madre querían llevarlas a otro lugar a que les realizaran el corte. Cuando lo supe, me reuní con otras mujeres y fuimos a hablar con la abuela y la madre, sin abordar directamente el tema de excisión. Les dije que las niñas estaban en pleno curso escolar, que perderían clases y que eso les perjudicaría. Aconsejé a la madre que no llevara a sus hijas. También le dije: “No sé qué vas a hacer, pero te denunciaré, y sabes lo que pasará”. La madre dijo que no iba a hacerlo.
Como parte de mi lucha contra la MGF, presento programas sobre la mutilación genital femenina y la violencia de género en la radio comunitaria de Koussanar con el comité de alerta de Amnistía y en colaboración con la comuna. En estos programas, invito a figuras religiosas para que hablen de la excisión. Otras veces invito a especialistas, como matronas, para que hablen de las consecuencias de la excisión.
Durante los programas, hay oyentes que llaman para decir: “A mí también me pasó”. Incluso después de terminar el programa, hay mujeres que vienen a mi casa y me dicen: “Lo que has contado en la radio es mi historia”.
A la larga, tengo confianza en que las mujeres abandonarán esta práctica.
Fatoumata Diallo
Durante las sesiones de sensibilización de la comunidad, hablo sobre la ley [que prohibió la mutilación en 1999] y también sobre las consecuencias de la MGF para la salud. Tenemos que seguir concienciando para que la práctica de la excisión disminuya aún más. Es una cuestión cultural, y está muy arraigada, así que es una lucha a largo plazo. A la larga, tengo confianza en que las mujeres abandonarán esta práctica.
La gente está dividida respecto a mi lucha. Todo el mundo conoce mi activismo. Hay quien lo apoya y quien se opone. A veces me encuentro con personas, tanto hombres como mujeres, y las saludo, pero no me contestan. Eso no me disuade de continuar con mi trabajo. Estoy comprometida con la lucha, así que me siento obligada a hacerlo. He salvado a muchas niñas, no sabría decir a cuántas. Sé que lo que hago es bueno.
Como parte de un programa de educación en derechos humanos implementado en Burkina Faso, Senegal y Sierra Leona desde 2017, Amnistía Internacional trabaja para combatir la violencia de género mediante educación, sensibilización e incidencia, con vistas a cambiar actitudes y conductas y promover la reforma de la legislación en estos países.
Amnistía Internacional Senegal está creando comités de alerta comunitarios para denunciar casos de violencia de género, incluida la mutilación genital femenina, a las autoridades pertinentes.
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