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El vicio del poder / El vicepresidente: Más allá del poder
El vicio del poder está protagonizada por un casi irreconocible Christian Bale en el papel de
Dick Cheney, ex vicepresidente estadounidense cuya influencia en la invasión de Irak por Estados Unidos en 2003 sigue teniendo repercusiones a nivel mundial. Cheney se hizo famoso por apoyar abiertamente la tortura, las entregas extraordinarias y la detención arbitraria prolongada de cientos de hombres en
Guantánamo – básicamente, las más atroces violaciones de derechos humanos de la era Bush.
En
El vicio del poder, vemos a Cheney y sus colegas hablando sobre posturas en tensión, espacios de confinamiento restringidos y simulacros de ahogamiento (
waterboarding), métodos de tortura empleados por Estados Unidos en el marco de su llamada “guerra contra el terror”.
La tortura está estrictamente prohibida por el derecho internacional (y por las leyes de Estados Unidos), pero en
El vicio del poder Cheney afirma que se trata de algo “abierto a la interpretación”. El filme es una escalofriante mirada sobre las catastróficas consecuencias que surgen cuando unas pocas personas en el poder eluden la ley y desprecian totalmente los derechos humanos.
La denominada “guerra contra el terror” y la invasión de Irak dirigida por Estados Unidos continúan teniendo graves consecuencias. Amnistía Internacional documentó recientemente cómo la invasión y sus secuelas
inundaron el país de armas, cientos de miles de las cuales desaparecieron y fueron a parar a manos de grupos como el Estado Islámico.
La población de Irak vive amenazada diariamente por una violencia letal. Y Guantánamo sigue abierta: el año pasado, Amnistía Internacional destacó el
caso de Toffiq al Bihani recluido allí sin cargos ni juicio desde comienzos de 2003.
El vicio del poder tiene vocación de comedia, y por eso nunca aborda seriamente las cuestiones que plantean algunos de sus temas, pero la película es un claro recordatorio de que ningún alto funcionario de la administración Bush ha comparecido ante la justicia por tortura y crímenes de guerra.
Black Panther (Pantera Negra)
Black Panther es una de las películas de superhéroes más taquilleras de todos los tiempos. Además de ser la primera película hollywoodense de superhéroes con un reparto formado principalmente por personas de raza negra, como las grandes estrellas Lupita Nyong’o y Chadwick Boseman, Black Panther es importante por su tratamiento de temas como el racismo, la opresión y el colonialismo.
La película cuenta la historia de Wakanda, un país africano de ficción donde se encuentra una extraña y extraordinaria sustancia, el vibránium, que es utilizada por sus dirigentes para crear una avanzada tecnología. A fin de evitar la atención de posibles colonizadores, Wakanda utiliza un dispositivo de encubrimiento de alta tecnología que lo hace parecer un país pobre, valiéndose de la ignorancia y los prejuicios occidentales sobre África para protegerse.
Cuando el rey de Wakanda, T’Challa, va a la ONU a comunicar que desea compartir con el mundo la tecnología y los recursos de su país, un hombre blanco trajeado le responde desdeñosamente: “¿Qué puede ofrecer Wakanda al mundo?” Esto refleja los todavía omnipresentes prejuicios sobre los países africanos (como cuando el
presidente Trump los llamó “países de mierda”, ¿recuerdan?).
Mientras cada año la violencia policial
se cobra cientos de vidas negras en Estados Unidos, Black Panther ofrece una visión hollywoodense alternativa de la vida negra, sin opresión y sin estereotipos manidos. Aunque Wakanda sea un lugar de ficción, fuera de la pantalla no son pocos los hombres y mujeres activistas negros que realizan actos heroicos cada día para defender los derechos humanos. Desde
Colin Kaepernick, premio Embajador de Conciencia de Amnistía por sus protestas pacíficas en los partidos de la NFL, hasta
la valiente juventud que lucha contra el racismo en Brasil, Amnistía está orgullosa de trabajar con multitud de superhéroes y superheroínas en la vida real.
Isla de perros
La última película de Wes Anderson muestra, a través de una animación de bella factura, cómo un líder puede fomentar
el odio y el miedo hacia una minoría para sus propios fines. En
Isla de perros, Kobayashi, un alcalde corrupto, expulsa a todos los perros a una espantosa isla vertedero donde se ven obligados a luchar por la comida, el territorio y los recursos y muchos enferman y mueren.
El alcalde toma esta cruel decisión en respuesta a un brote de fiebre canina, una circunstancia que aprovecha para demonizar a toda la población de canes. Un científico encuentra la cura para la enfermedad y Kobayashi lo pone bajo arresto domiciliario y acaba asesinándolo.
Incitación al odio, represión de la disidencia, persecución de rivales políticos... Isla de perros es una representación canina de la inquietante preponderancia de líderes que explotan la xenofobia y el temor y causan tanto sufrimiento en todo el mundo.
Kobayashi no desentonaría con líderes como
Trump,
Putin,
Duterte y
Bolsonaro, todos los cuales han llegado al poder mediante
una política de demonización. Y el paisaje de basuras en el que habitan los perros resulta especialmente inquietante en un momento en que el planeta está bajo la amenaza sin precedentes de la contaminación y el cambio climático.
Pero no todos son malas noticias: al final del filme, Kobayashi es encarcelado, gracias al trabajo incansable de Atari y Tracey, dos activistas amantes de los perros. A veces la inspiración está en lugares insospechados. En la página de
Impacto de Amnistía encontrarás ejemplos reales de cómo el activismo cambia vidas.