Susana Raffalli, asesora de Cáritas Venezuela, destacó que los efectos de la crisis son tan graves en la población que ahora no solo se necesita que el Estado vuelva a desempeñar su papel de regulador y garante del derecho a la alimentación, sino que también necesita repotenciar la disponibilidad de alimentos
Por: Alexsayder Castellanos
El derecho y acceso a una alimentación balanceada se ha convertido en un tema delicado y muchas veces restringido para muchas familias venezolanas dada la acentuación de la emergencia humanitaria compleja; sin embargo, existen defensores de derechos humanos como Susana Raffalli, especialista con más de 30 años de experiencia en este tema y con un infinito sentido de compromiso por la vida y de valentía por denunciar las consecuencias que está trayendo y va a traer en el futuro el hecho de que la mayoría de la población esté privada de alimentarse adecuadamente.
A pesar de que Raffalli ha estado en muchos lugares del mundo asistiendo emergencias humanitarias, admite con profundo pesar que la que ocurre en Venezuela es uno de los peores casos que ha vivido y atendido. “El caso venezolano es el peor que he vivido, no solo porque sea mi emergencia, sino porque me duele que tantas vidas y tanto futuro esté comprometido por la omisión e irresponsabilidad de un Estado”.
Es licenciada en nutrición humana, egresada de la Universidad Central de Venezuela, con especialización en nutrición pública con énfasis en la gestión de la alimentación en emergencias humanitarias.
Siempre estuvo vinculada al servicio y la ayuda a los demás. Cuenta que comenzó a adentrarse en el tema del derecho a la alimentación en sus estudios de maestría en el Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá. “El fundamento de mi posgrado fue sobre el manejo del sistema alimentario a nivel poblacional, orientado hacia el derecho del mismo”, acotó.
Defensora por siempre
“Soy defensora porque para mí sería insoportable estar en Venezuela y no poder hacer nada ante tanta vulneración a los derechos humanos”, manifestó.
Raffalli tiene más de tres décadas defendiendo derechos y se considera una defensora empírica por vocación y no por coyunturas. Cuando se graduó, estuvo 7 años desempeñándose en el área de la nutrición clínica, pero sabía que su trabajo no podía quedar allí y en muchas ocasiones salía del centro privado a hacer voluntariado en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, en Caracas.
Su preocupación por el futuro del país siempre ha sido su bandera y eso la llevó a querer orientar sus conocimientos en nutrición para salvar vidas y en pro de los más vulnerables, especialmente en niños. “Para ese momento me dedicaba al tratamiento de enfermedades de origen metabólicas, de nacimiento. Hay 6 o 7 enfermedades en las que se desencadena un error congénito que no permite al niño aprovechar los alimentos y esto acorta su esperanza de vida”, precisó.
Sus aportes como voluntaria en el hospital de niños fueron tan importantes en los años 90 que lideró la creación de fundaciones orientadas a atender algunas de las enfermedades que más les aquejaban.
Luego se dedicó a la parte pública incidiendo en la nutrición comunitaria y programas de reducción de la pobreza, finalmente se dedicó a la nutrición y alimentación en contextos de emergencias. “En este último tramo de mi vida tengo alrededor de 14 años y he formado parte de varias agencias humanitarias y organizaciones civiles de alcance mundial como Acción contra el hambre y el Comité para el alivio de la hambruna, OXFAM en sus siglas en inglés”, comentó la especialista.
Posteriormente, se vinculó al tema de la igualdad de los derechos humanos de las mujeres y de las personas que viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) por medio del Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Positivas.
Actualmente, es la asesora para la respuesta humanitaria de Cáritas Venezuela y para los asuntos humanitarios de la Red de los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (REDHNNA), especialmente de ONG locales como Cecodap y Prepara Familia. Además, ha contribuido con la plataforma de derechos humanos del país, en la relatoría de las violaciones al derecho de la alimentación por algunos años.
La verdadera seguridad alimentaria
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estimó que casi 7 millones de venezolanos padecen de hambre, ubicando a la nación entre los 10 países del mundo con más riesgo de inseguridad alimentaria.
Según este organismo, la Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana. “En resumen, es vivir con la certeza de que los alimentos están disponibles y puedo adquirirlos cuando quiera a través del fruto de mi trabajo”, dijo Raffalli.
Para que se garantice la seguridad alimentaria, la especialista indicó que deben cumplirse tres dimensiones básicas: oferta alimentaria nacional (producción, importación y almacenamiento), capacidad de las personas a tener acceso y, por último, que ambas sean estables en el tiempo.
De acuerdo con la publicación en 2018 de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) el 80% de los hogares en Venezuela se encuentra en inseguridad alimentaria producto de la insuficiencia de ingresos para la compra de alimentos.
Sobre la campaña “El alimento no es una mercancía”, iniciada durante el período presidencial de Hugo Chávez, la asesora de Cáritas Venezuela denunció que alrededor del programa agroalimentario oficial se comenzó a estructurar una de las mayores economías ilegales y una de las más grandes redes de crimen organizado del país. “El Estado dejó su papel de regulador y garante del derecho a la alimentación. Ahora produce los alimentos, los vende y se enriquece de este círculo”, así lo expresó Raffalli.
Su peor temor: llegar tarde
Reconoce que ser defensora en Venezuela no le intimida e insiste en que hay que seguir luchando a favor de los derechos de otros como una cuestión de vida o muerte. “Confieso que tanta vulneración me da la sensación de que llegamos tarde para atender a todas esas personas que nos necesitan, pero a la vez ese sentimiento es mi mayor motor para seguir adelante”.
Resaltó que lo más difícil que le ha dejado este camino de defender derechos es ver a niños a punto de morir por enfermedades que ya no existían en nuestro país.
“Hay una forma de desnutrición muy severa que se llama Kwashiorkor y se caracteriza porque la persona se hincha de agua y se le comienza a abrir la piel. Recientemente, vi a una niña en el Hospital J.M de los Ríos con esta enfermedad y me impresionó mucho porque yo no veía este padecimiento desde el año 98 en Guatemala”, explicó.
La especialista en nutrición mencionó, además, que para llegar a esta enfermedad la persona tiene que estar en un nivel extremo de privación alimentaria y por tiempos muy prolongados.
Dijo que el segundo caso de Kwashiorkor lo presenció en una población indígena en agosto del año 2019. “En el lugar había una mujer con su hijo en brazos, el cual estaba totalmente desnutrido y con sarna. Mientras conversaba con la mamá, el niño se sacaba pedazos de pellejos de su oreja”.
El reto de ser trabajadora humanitaria en Venezuela
La asesora en nutrición comentó que cumplir con el trabajo de asistencia humanitaria dentro de la emergencia que existe en su propio país es doblemente difícil porque tiene que desempeñar un papel y a la vez ser víctima de la crisis de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales (DESCA). “Es difícil lidiar con todas las consecuencias que deja la emergencia en las personas y llegar en la noche a mi casa y no tener pañales para mi mamá, no conseguir gasolina para movilizarme o no tener agua en mi casa por varios días”.
La defensora tiene más de 13 años atendiendo emergencias humanitarias y la mayoría en las que ha estado corresponden a desastres naturales; sin embargo, ha sido testigo de tres generadas por la humanidad fuera de su tierra. “Estuve con refugiados en Pakistán cuando el conflicto talibán, fui a Birmania cuando la junta militar tenía a las personas empobrecidas y soy asesora permanente de la respuesta humanitaria para los refugiados del Sahara”.
Para Raffalli el caso venezolano es el más perverso que ha vivido porque es el Estado y sus malas políticas lo que ha generado la crisis actual. “Las personas en Venezuela sufren los efectos de una guerra sin que hubiera existido”, recalcó.
Reinstitucionalización del sistema alimentario
La asesora de Cáritas Venezuela destacó que los efectos de la crisis son tan graves en la población que ahora no solo se necesita que el Estado vuelva a desempeñar su papel de regulador y garante del derecho a la alimentación, sino que también necesita repotenciar la disponibilidad de alimentos.
“Estamos tan mal que, si el gobierno aumentara el salario mínimo, apegándose a las normas internacionales de 2 dólares diarios, las personas no tendrían qué comprar porque no existe un musculo económico que garantice el volumen de artículos alimenticios necesarios para más de 30 millones de personas que viven en el país”, dijo.
Según la especialista, la única manera de resolver la poca disponibilidad de reservas alimentarias nacional es que el Estado apoye su programa de producción de alimentación en asistencias directas e indirectas. “La directa significa una masiva importación de ayuda en alimentos terminados y la indirecta se basa en transferencias monetarias para que los venezolanos puedan adquirir los alimentos que vayan produciéndose, al menos por seis u ocho meses seguidos, que es lo que le llevaría al Estado reactivar la producción nacional”.
Raffalli enfatizó que la reinstitucionalización del país es la clave para salir adelante. “Es decir, las instituciones deben volver a funcionar conforme a un estado de derecho, basadas en responsabilidad, credibilidad y contraloría”.
Además, indicó que el venezolano necesita volver a aprender a exigir sus derechos y sentirse sujeto de ellos de forma libre. “Debemos repetirnos una y otra vez que en esta situación no podemos seguir viviendo, porque a pesar de que a unos pocos pueda irle bien, el malestar es general y nos afecta a todos de una u otra forma”, expresó.
Finalmente, la defensora de derechos humanos recalcó que es importante rescatar la memoria histórica de la población, ya que a través de ella solo es posible el reconocimiento de lo que padeció. “Solo cuando reconozcamos que lo que vivimos es inadmisible, estaremos más cerca de obtener justicia, reparación y garantías de no repetición”.
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